Con los incendios, sólo ellas podrán descontaminar los residuos".

Acaba de morir una mosca sobre un dedo de Alejandro Zapata y él ha quedado muy afectado. La mosca, tras agonizar dos segundos, falleció con resignación a plena luz del día, a pasos del mar, aplastada tontamente por un arrebato, y Alejandro se descompone: no ha muerto un insecto vulgar, ese bicho con anteojos que se posa en el excremento. No señores: aquí, en Tunquén, lamentablemente ha fallecido una obra de arte. Alejandro es un empresario de 43 años, un visionario que comercializa moscas en estado larvario a precios sugerentes, y ahora opina que ha muerto un ser superior. Ha muerto, aunque contradiga las creencias masivas, un soldado de la higiene. Los allí presentes guardan un respetuoso silencio y el empresario, con un intuitivo guiño al cielo, deposita el cadáver junto a una flor.

—Sin ellas, las moscas, no sería posible la vida.

—¿Usted cree?

—Ellas limpian el mundo.

En medio de Tunquén vive la familia Zapata junto a un billón de moscas trascendentes. Aquí, en Muxidotecnia, las comercializan para que polinicen trillones de semillas. En este lugar las reproducen, supervisan su crecimiento y las congelan para alargar su vida (viven entre una semana y un mes). Aquí ninguno de los seis empleados de Muxidotecnia tirará un manotazo a una mosca que le zumbe cerca de la boca. Es territorio Mosca Friendly. Nos internamos por un galpón donde las moscas devoran toneladas de restos de pescados recogidos en San Antonio. Comen una aleta y la cabeza de un pez muerto. Las hembras depositan huevos entre los residuos. Una hembra, nos informan, puede tener cuatro mil hijos en su vida. De manera que en el lugar hay un fuerte aroma a proceso biológico. Las moscas pueden engullir tres toneladas en tres horas. Lo podrido queda reluciente. Son, en fin, insectos que limpian y polinizan, descontaminan y activan una línea comercial. Ya uno capta que, como suele suceder con la inspiración, entre puras cabezas de pescado ha surgido una genialidad.

—Esto se le ocurrió a mi padre— dice Alejandro y agita un brazo para que su padre se acerque.

Hombres amando insectos

El padre, Roberto, un biólogo autodidacta, un genio callado que se pasea por la casa buscando algo por inventar, recuerda que su idea de criar moscas nació en su juventud, tras leer libros de biología. La mosca puede repartir vida, descubrió. ¡Que polinicen! Las moscas son limpias, eficientes, trabajadoras. Las moscas son buenas, no cometen delitos, no mienten. Salvan al mundo. Y han posibilitado que los Zapata, desde hace diez años, tengan una casa en Tunquén (La empresa factura, al año, más de un millón de dólares).

—Uf, han sido tantas las moscas— susurra el padre.

Recuerda, por citar un caso, a una mosca significativa a la que llamó María Fumata. Fue una mosca que vivió catorce meses, era adicta al olor a tabaco y jamás dejó de dar hijos. Después el padre, al retirarse, dice que "mientras más conozco a los hombres, más quiero a las moscas". Y camina con lentitud sin ningún zumbido a su alrededor: en este lugar, curiosamente, no vuela una mosca. Todas ellas están encerradas comiendo o se hallan congeladas, esperando el instante en que, para ser vendidas, las tengan que despertar.

Por su parte, el hijo, Alejandro Zapata, sigue mostrando el sitio completo: diez hectáreas habilitadas para reproducir un billón de moscas al día. Se pasea con una mosca estampada en su polera y conduce, a veces, un auto con una mosca en el capó. Pero dice que, en líneas generales, ha moderado la obsesión. Una vez le faltó oxígeno por estrés y decidió vivir con menos moscas, pero con más salud. ¿Pero de verdad son buenas las moscas? "Muy buenas, si ellas quisieran, nos podrían matar", responde impertérrito. "Quiero enfatizar", continúa, "que más allá que las moscas sean, curiosamente, lo que permite a mi familia parar la olla, su importancia mayor es que pueden limpiar la contaminación orgánica del planeta". ¿Son cochinas? "Se alimentan de lo podrido, pero luego, en estado larvario, son muy limpias. De hecho, en el futuro, no tengo dudas que comeremos moscas".

—¿Y usted, seriamente, qué le diría a una mosca?

—Le preguntaría hasta cuándo nos van a proteger. Porque ellas no deben estar contentas con el trato que le damos. De hecho, el bichólogo de la tele (Alfredo Ugarte) se jacta de ser entomólogo y su auspiciador es Raid. Hay que valorarlas. Ahora con los incendios, sólo ellas podrán descontaminar los residuos.

—¿Y si a uno le aparece una mosca en la sopa?

—Hay que sacar la mosca y tomarse esa sopa. Nos hará sentir más fuertes—.

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