Siempre le dije a mi gente que ojalá se levantaran en la mañana contentos de ir a la oficina, y que si no, se cambiaran de pega".

De haber hecho carrera durante 25 años en la Compañía Chilena de Navegación Interoceánica (CCNI); de haber vivido diez años en Asia; de haber tenido 230 personas a su cargo, y de haber llegado a ser gerente general de la empresa, hoy José Luis Chanes, ingeniero comercial de la UDP y MBA por la Kellogg-HKust (en Hong Kong), pasa sus días arriba de un planeador y en su campo de 2.400 hectáreas en la Patagonia. Sus amigos y conocidos le dicen que se volvió loco. Que cómo se le ocurrió truncar una brillante carrera profesional.

"Disfruté mucho mi trabajo, salvo el último año. Siempre le dije a mi gente que ojalá se levantaran en la mañana contentos de ir a la oficina, y que si no, se cambiaran de pega. Ahora me tocó a mí", dice, sentado en el bar del Club de Planeadores de Vitacura.

En febrero de 2015, CCNI —del Grupo Urenda— fue vendida a la alemana HamburgSüd, y las cosas no siguieron siendo lo mismo para él. "El proceso de venta fue durísimo, por cerca de un año", recuerda. "Pero como gerente general hacía tiempo que veía que los números no daban para competir en el mercado internacional. Había que vender la compañía".

—Eso tenía un efecto directo en tu trabajo.

—Sí, pero a uno le pagan para ver el beneficio de los accionistas, no para pensar en uno.

El ejecutivo fue transferido como gerente general a la empresa alemana, la que le ofreció un importante puesto con sede en Miami, a cargo de la operación de la compañía en toda América (una organización tres veces más grande que CCNI, en cantidad de gente y número de países). Lo que se llama "un puestazo". Pero implicaba estar el 70 por ciento del tiempo viajando. Sólo lo pensó un par de días. Fue un no rotundo. "Mi mujer se quería ir, era genial para los niños. Pero le dije: no estoy dispuesto. Me empecé a preguntar: ¿En qué momento uno baja el ritmo de trabajo? ¿En qué momento se puede decir "he ahorrado lo suficiente"? ¿Cuál es el fin de todo esto, si el día de mañana capaz que no tenga salud para disfrutar? ¿O siga sin tener tiempo para mí?".

De vuelta en CCNI (que pasó a llamarse CMC, Compañía Marítima Chilena), estuvo cerca de un año más, hasta que renunció definitivamente en mayo de 2016. Con dos niños de diez y ocho años, José Luis Chanes, 49, no estaba dispuesto a seguir sacrificando su tiempo familiar. "Hice un cambio de vida total. Me bajé del carro de la ‘carrera profesional'.Quiero hacer cosas que realmente me gusten y me apasionen", dice.

Hoy va dos días a la semana a su antigua oficina en avenida Andrés Bello, donde continúa como asesor. Y se pasa una semana completa al mes en su campo en el sector de La Junta, al norte de Puyuhuapi. Allí camina entre los árboles, sube cerros, pesca con mosca en el río que pasa por el lado de su casa, nada en el Lago Verde. Dice que el tema del campo comenzó hace dos años como un pasatiempo —así como es el planeador— hasta que se enamoró del lugar. Y con su renuncia en CMC, llegó también el tiempo para dedicarle tiempo a su vida. Aterriza en Balmaceda, maneja seis horas y se encuentra en su paraíso privado. "Es fascinante. Cada vez que voy me cuesta más venirme de vuelta".

Hace menos de un año comenzó su proyecto ganadero. Partió con sus hijos a Osorno a aprender de los fundos de esos lares. Otra vez lo llenaron de críticas: "¿Te volviste loco? El campo va a ser un gastadero de plata sin fondo. ¿Cómo te metes en un negocio que no conoces? ¡Vas a hacer el loco!", le decían, y aún le dicen.

—Pero, ¿sabes qué? Da lo mismo. Si uno está convencido y haciendo lo que le gusta, hay que echarle pa' elante.

Tiene 172 vacas, siete toros y 53 terneros. Junto con las vacas, llegó la preocupación por el forraje. Por eso sembró pasto y avena. "Mi proyecto es llegar al año 2023 con 800 madres para crianza", cuenta. También está experimentando con la morchella, un hongo (conocido como "la trufa chilena") que está haciendo furor en el extranjero y que tiene un alto valor comercial. José Luis Chanes quiere trabajar en esto con la comunidad de recolectores de Lago Verde y lograr exportar a Europa.

"Vuelo desde los tres años"

El resto del tiempo lo dedica a su pasión inicial, el planeador, al que se subió por primera vez cuando tenía tres años, gracias a su padre, piloto que se atrevió a volar por encima de la cuesta de Chacabuco en una época en que los planeadores eran bastante precarios y nadie salía de la cuenca de Santiago. Acaba de sacar su licencia de instructor. Su última joyita la adquirió el año pasado: un uniplaza con motor, lo que le permite despegar solo y recurrir a éste en caso de emergencia. "El otro día nos fuimos nueve planeadores a Vicuña. Despegamos, apagamos los motores y nos fuimos planeando. Estuvimos en fin de semana y nos volvimos".

También es piloto de helicópteros. Y recién ingresó a la Brigada de Aviación del Ejército (BAVE). "Si hay alguna emergencia —terremoto o lo que sea—, al ser miembro de la BAVE puedes rápidamente salir a ayudar; de otra manera hay protocolos muy restrictivos que te impiden salir a prestar ayuda. Es muy entretenido. En mi caso, como manejo helicópteros, vamos a ir a Lonquimay, a Portillo, a hacer entrenamiento de montaña, andar a caballo… esas cosas que me gustan a mí".

"Volar me hace bien. Es como el símil de ir al campo. Me desconecto. Pero me hacía muchísimo mejor cuando estaba en CCNI, totalmente estresado. Era terapéutico. Hoy lo hago por diversión, porque lo necesito, porque me gusta. Pero ya no es un escape. El campo es mi vía de escape hoy", dice.

Allá ha podido ir asimilando el tremendo cambio que tuvo su vida. "Ha sido muy importante escribir lo que me está pasando. Empecé a conectarme con otras cosas, a ver y escuchar a la gente, a sentir más las cosas. Cuando estás en una vorágine, te encierras y aíslas del mundo. Ahora converso con gente que no conozco. Estoy más hacia afuera. Antes estaba muy hacia adentro".

Aunque tal vez desde afuera quienes lo conocen no se percaten, hay pequeñas cosas que remueven hoy las certezas de José Luis Chanes. "El cambio ha sido muy fuerte. De pasar de estar arriba de la pelota, hoy hago cosas que antes hacía mi secretaria. Pago las imposiciones por internet, por ejemplo; antes no sabía cómo hacerlo. Después de estar 25 años trabajando full, ahora tengo que administrar mi tiempo libre. De repente, me sobró el tiempo. Es un cambio de esquema gigante. Además, era empleado y hoy soy empresario. La transición no es tan fácil.

—¿Has dudado alguna vez?

—He dudado. Me pregunto: Esta decisión que tomé, ¿está bien o mal? Pero al final llego a la misma decisión, porque hoy soy mucho más feliz que hace dos años. Estoy mucho más contento.

LEER MÁS