Ser granero es la vocación de este lugar. Desde lo intangible, esto simboliza la precaución, el alimento, su acopio. Y si tal palabra fuese poco para anunciar una aptitud alimentaria, Graneros también huele a cereales, a café, a pan tostado... Un olor hospitalario y apetitoso que de inmediato invita al almuerzo a aquellos que se atreven a salir de la Ruta 5 Sur y en dos minutos estar en la ciudad.

Siempre fue así. En el Cerro Grande de La Compañía, allí donde los incas alzaron su pukará, se han encontrado gran cantidad de collcas, especie de bodegas/silos en donde se guardaban alimentos, además de artefactos de piedra llamados "manos de moler", el más arcaico de los molinos.

Historia de opulencia

Cuando (en 1628) Catalina de los Ríos, la Quintrala, dona la estancia a la orden jesuítica, ésta acrecienta su vocación productiva y almacenadora transformándola en la más rica del país. Tras la expulsión de los jesuitas, la estancia es rematada (1771) por el Mayorazgo de Toro y Zambrano, en la persona de don Mateo, quien más tarde la legará a su nieta Nicolasa Toro que, al casarse con Juan de Dios Correa, da inicio a una interminable historia que, siempre mediando graneros y molinos, está llena de anécdotas familiares, opulencia, y expresiones del refinamiento de la época: buenos caballos, mármoles europeos para sus palacios; árboles, semillas y plantas exóticas para sus parques; bailes fastuosos, pintores retratistas para perpetuar los rostros de los hacendados (as).

De esta historia socioeconómica quedan muchas reminiscencias que se pueden conocer hoy. A la altura de San Francisco de Mostazal, paralelo a la Ruta 5 Sur, corre el patrimonial Camino Real a la Frontera. Si lo sigue, el viajero irá encontrando los vestigios de antiguos y bellísimos parques, además de casas coloniales; casi todas en su origen pertenecientes a algún miembro de la familia Correa. Entre otras, la Hacienda La Punta; Callejones; Codegua; Picarquín; Graneros y, al fin, el Camino de La Compañía, que lleva al pueblo.

Y llega el ferrocarril

Alguna vez, la aparición del ferrocarril (1859) cortó en dos ese antiquísimo Camino Real, y, en ese punto, la Hijuela de San Rafael, se comenzaron a construir bodegas de acopio, caballerizas y corrales para bueyes y carretas. Se le llamaba el Camino de los Graneros nuevos y hoy, solo Graneros. La línea férrea también definió nuevas administraciones para el gran fundo. Entre la Cordillera de los Andes y el ferrocarril será administrado por Carlos Correa y Toro, y su hermano José lo hará desde la línea férrea al mar.

Hoy, a 157 años de esa fecha, en el enclave de la línea férrea con el antiguo Camino de La Compañía, late el corazón atávico del poblado. Allí siempre se verá una cincuentena de personas. Es que, aparte de ser un lugar de múltiples funciones urbanas —cruce de la vía férrea, entrada al poblado—, también congrega el encuentro y atención de los peatones al frente de un gran diario mural público. Principalmente, este acoge las ofertas de empleos agrícolas durante todo el año.

Plaza de Armas

A una cuadra de aquí se encuentra la Plaza de Armas, al frente de la estación del ferrocarril. Todas sus orillas, menos la que enfrenta a la municipalidad, están arborizadas con robustos plátanos orientales.

De suelo sólido, resalta su generosa explanada, tan cómplice con una entusiasta afición de los granerinos: el canto y el baile, sobre todo la cueca y otras formas de proyección folclórica cuya maestría y conjuntos han trascendido al país. Algunos tilos de sombrear frío y coníferas "azules" resaltan en la vegetación. Araucarias, cedros del Líbano y unas palmas de Canarias están presentes desde el nacimiento de tan bella plaza.

Hasta hace unos años, el paseo urbano se extendía a la explanada de una gran bodega en los recintos de la estación. La antigua ya no existe y, la actual, desde un desafortunado diseño, encerró los andenes tras las rejas de un intrincado laberinto de alambres. Sólo queda la antigua caseta de señales y el esporádico traqueteo de los trenes al sur, sonido que, junto al olor a café, reproduce el añoso intangible del pueblo.

De dónde viene el olor a café

En general las casas son de un piso, muchas de adobe y tejas; coloridas, bien cuidadas, y con sorprendentes jardines que se suman a la vital composición que entregan sus calles arboladas.

Indefectiblemente todo paseo por la ciudad termina devolviéndose al cruce ferroviario y paso peatonal, lugar en donde todo nació y cobijó al crecimiento: desde el primer molino automático (1897), las plantas lecheras de comienzos del s. XX y luego la empresa Weir Scott (1913) Chiprodal y, hoy, Nestlé (desde 1930) que es la que regala el olor a café.

El mundo agrícola seguirá expresándose en Graneros. Aún cuando los trigos, las papas... que le dieron fama, hayan sido reemplazados por las frutas. Su vocación guardadora, los antiguos silos, molinos, hoy se expresan desde modernos packings, bodegas y frigoríficos, todos venidos de una tradición tan bien guardada que nunca se terminó.

LEER MÁS
 
Más Información