Nadie del mundo intelectual debiera coquetear con la tentación de transformarse en un Brunner o un Tironi"

Puerto de Ideas, que es como la procesión de la Virgen del Carmen".

"¿Cómo explicarlo? Si yo me hiciera cargo de las cosas que se dicen de mí, en una de ésas ya me habría cortado las venas, que presumo es lo que algunas personas quisieran. Ese el propósito de ciertos comentarios".

Alfredo Jocelyn-Holt (61) empieza a comentar con algo de sorna la última polémica en la que se vio involucrado cuando, la semana pasada, dos jurados del Premio Municipal de Literatura 2016 —en el que ganó en la categoría Referencial con su libro «La escuela tomada», el ensayo que retrata la toma de la Escuela de Derecho de la U. de Chile en 2009— lo criticaron duramente.

El académico y poeta Naín Nómez señaló que el historiador se ha dedicado a "desprestigiar" a la U. de Chile. El poeta Germán Carrasco, en tanto, lo calificó como "megalomaníaco" y "conservador".

Sentado en el pequeño patio de su casa del sector de Pedro de Valdivia, Jocelyn-Holt hace, sin embargo, una salvedad: "Sí hay un comentario que es completamente errado: cuado dicen que soy megalómano, francamente no es entender nada y no haber leído nada de lo bastante que he escrito, porque si hay algo que permanentemente estoy haciendo es una crítica al poder. Nunca he tenido cargos de autoridad, siempre los he esquivado y nunca he pretendido tener ningún tipo de autoridad alguna".

"Un fenómeno perverso"

Si bien en el último tiempo pasa buena parte de la semana alejado de Santiago —instalado en su departamento en Cerro Castillo, Viña del Mar—, este historiador sigue pendiente de la contingencia. La victoria de Trump, la alta abstención en las municipales o la exposición del San Juan Bautista, de Caravaggio, en el Museo de Bellas Artes, han copado el espacio de su columna semanal en «La Tercera».

También, por cierto, está pendiente del actual escenario político. Por ello le tiramos una idea sobre la mesa: Hoy parece que estamos viviendo un período de cuestionamientos permanentes. Nadie se salva: Bachelet, el Gobierno, los partidos, Piñera o los dirigentes del mundo sindical.

Jocelyn-Holt escucha, prepara y dispara: "El historiador Eric Hobsbawm tiene la imagen de que al final del siglo XX estaríamos al borde de algo que no sabemos, que puede ser un precipicio u otra cosa".

"Mirado así el asunto —agrega—, creo que es necesario remontarse a los años 60, que es la primera de esas crisis. Lo que hemos tenido, desde entonces, son sucesivas crisis, y, por lo tanto, esta sensación de desubicación, de no saber en qué estamos, es normal. Esto tiene una cierta primicia periodística, ya que constantemente recordamos que estamos en una situación de inconformidad o de no saber hacia dónde vamos, aun cuándo nadie se hace la pregunta de dónde venimos. Pero, al mismo tiempo, las personas siguen funcionando. Eso es muy curioso. Es como un fenómeno entre neurótico y perverso, en que las personas aceptan vivir con este grado de incertidumbre y ansiedad".

—Ricardo Lagos sostenía hace poco que este momento era la mayor crisis que le había tocado vivir; exceptuando lo de 1973.

—Es que ése es el problema de llevar las cosas a un plano testimonial, pero es fundamental llevarlo a un escenario mucho más histórico. Francamente, los años 20 y 30 son sumamente complicados. Los años 50 lo mismo, con el deterioro del modelo que nos sacó de la depresión económica de 1929 y la falta de crecimiento. Eso es bastantes años antes de la crisis que se produce entre 1967 y 1973. El vivió esa época. Lo que pasa es que hoy esta crisis afecta a gente como él. Antes, Lagos estaba en otra parada, en un determinado momento sostenía, cuando todavía no era amado por los banqueros, que debíamos movernos hacia un régimen socialista extremo. Recordemos: él estaba en una postura similar a la de los jóvenes críticos que no están dispuestos a entregarle ningún apoyo hoy.

Los jóvenes. Para Jocelyn-Holt es una de las claves del actual momento.

"Hay ciertos fenómenos que no había visto anteriormente. Hoy yo noto que hay un odio intergeneracional. En los 50 o 60, los sectores que podían estar en contra de sus padres, sus abuelos o el establishment se movían a las comunidades, hacia otro mundo paralelo. Pero estas nuevas generaciones, particularmente los millennials, están completamente dentro del sistema y no están por moverse fuera. Ellos no ven perspectivas, creen que lo pueden todo y ahí se producen tensiones durísimas. Hay un intento de hacer desaparecer el establishment, son posturas muy violentas", indica.

—¿Y en esa bronca entonces están en las posturas de líderes jóvenes como Gabriel Boric o Giorgio Jackson?

—Algunas de estas mismas personas que mencionas, a propósito de la muerte de Fidel Castro, escribieron: "Mis respetos comandante" (Gabriel Boric escribió en su Twitter: "Yo me muero como viví... mis respetos comandante"). Lo cual a mí me parece notable. Cuadrarse en forma un tanto milica, para mi generación, que vivió 17 años de dictadura militar, pone los pelos de punta.

—En Radio Zero usted dijo que a Boric y Jackson no les conocía "una idea lúcida".

—Estos personajes son problema de tú generación, no de la mía. Hagamos una pregunta que es más significativa: ¿Hasta qué punto los liderazgos juveniles han sido una creación de los medios? Hay que tener cuidado con los liderazgos populistas. Alguien podría hacer un estudio, sería muy interesante, si esto ya no ocurrió con Eduardo Frei Montalva o Salvador Allende en su minuto. Sin embargo, estos últimos eran grandes oradores, en algunos casos cultos, y que tenían un sentido de la historia. Yo nada de eso veo hoy día en liderazgos, perdón la expresión, pendejos.

"Piñera y Lagos son la fórmula capicúa"

—Hoy muchos apuntan a que el nivel de la discusión política se está pareciendo, por ejemplo, a los fenómenos de Donald Trump o del Brexit. ¿Está de acuerdo?

—No ninguneemos al Brexit y a Trump. Es decir, son bastante más complejos que nuestras ofertas locales. Hoy hay dos alternativas: Piñera versus Lagos, como fórmula capicúa. La otra, sin duda, y con mayores posibilidades, Guillier y Ossandón. Estos son dos escenarios bastante complicados. El primero, daría cuenta de que no hay ninguna renovación política. En el segundo, ambos tienen un claro sello populista. Frente a estos escenarios, no cabe ninguna duda de que puede seguir produciéndose una mayor abstensión.

—Las encuestas muestran que ninguna de esas precandidaturas genera adhesiones fuertes. ¿Alguno de ellos puede asegurar gobernabilidad en el futuro?

—La señora Bachelet ha proveído gobernabilidad. Malos gobiernos proveen gobernabilidad. Nosotros podemos tener una alta tolerancia para vivir en situaciones de ansiedad, angustia, incertidumbre e ineptitud permanente.

Y agrega: "A estas alturas del juego, el anhelo de novedad genera más de lo mismo camuflado. La gente que se creyó el cuento de Bachelet bien puede creerse cualquier cuento, desde un Lagos siendo ensalzado por los millennials o a Piñera con un fideicomiso totalmente ciego o a Guillier y Ossandón en sus versiones más púdicas. Esto lo hemos visto".

—¿Cuál es el Chile que viene en este escenario de incertidumbre?

—No tengo ni idea. Este país siempre ha querido distintas cosas y por Dios que le ha ido mal. ¿Cuál es el país que queremos pensar como alternativa? Otra pregunta es ¿quiénes van a configurar este país? Alguien me puede decir que ésa es una pregunta de orden elitario, sí claro. Pero bueno, nadie se hace la pregunta de lo elitario que puede llegar a ser Pablo Neruda, pero por Dios que lo es. Entonces, ¿por qué eso no puede ser válido para el orden político, institucional y educacional? ¿Quién está pensando este país? ¿Los millones de televidentes que se alimentan de ese único medio o los consumidores de internet que, sabemos, es hasta más segregativo, más vulgar y pernicioso que la televisión? No es ése el universo que nosotros tenemos que convocar para efectos de pensar alternativas. Esa colectividad no piensa. Y lo que hemos sabido es que la soberanía popular no es viable. Eso lo supimos por estas elecciones norteamericanas o incluso acá con altas cuotas de abstención, mayores al 50%.

La procesión de la Virgen del Carmen

—El filósofo Joaquín García-Huidobro dijo la semana pasada que había un conjunto de intelectuales, como Hugo Herrera o Daniel Mansuy, a los que llamó "conservadores heterodoxos", que iban a tener mayor influencia al interior de la derecha. ¿Está de acuerdo?

—Difiero por varias razones. Con todo lo que respeto a Daniel Mansuy, Hugo Herrera y a los demás, ellos están convencidos de que la política se renueva sobre la base de ideas, y eso es un error. Si algo hemos visto en el Brexit o en la elección de Trump es que las emociones pueden ser más potentes que las ideas. Lo otro es que nadie del mundo intelectual debiera coquetear con la tentación de transformarse en un Brunner, Tironi, o todos esos otros apparatchiks. Ni siquiera con Squella que terminó en un Segundo Piso. La renovación intelectual de la política no pasa por transformarnos en consejeros de los príncipes. Por ningún motivo. Tenemos que reservarnos siempre el derecho a disentir.

—Entonces, ¿a partir de dónde se renueva la política?

—Basta que a alguien se le ocurra hacer un buen programa de televisión. Que tengamos esta misma conversación en televisión. Que los espacios en los diarios contengan más de estas discusiones. El mundo académico no está proporcionando esto. También está esta cultura de eventos como ‘Puerto de Ideas', que es como la procesión de la Virgen del Carmen. Toda esta gente que hace como un peregrinaje a la gruta del conocimiento o de la creatividad. Yo no me creo esto.

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