Partí lavando ollas, luego fui peoneta, portero y finalmente me asignaron a una bodega donde terminé como jefe".

Al lado de la población Esperanza de Puente Alto, en la calle Charles Aránguiz, casi al frente de la casa de la madre del jugador, hay 4 millones y medio de libros almacenados. No es una biblioteca, sino que la empresa que Juan Carlos Seguel creó en 2004 y a la que se unió poco después su socio Alejandro Solís: Logística en Libros.

Allí guardan sus libros las principales 18 editoriales del país para que los 80 trabajadores de esta empresa los cuiden, empaqueten y despachen a las librerías. Lo que empezó en una bodega de 100 metros cuadrados en General Velásquez, hoy ocupa 3.600 metros cuadrados y distribuye el 65% de los textos que se leen en Chile.

Las raíces de Seguel (51) no están en Puente Alto, sino que en la población La Bandera y aunque vive en La Florida con su familia, los fines de semana vuelve a la casa de sus padres. "Carlos y Beatriz no terminaron educación básica. Mi mamá trabajaba en calzado y el papá en la fábrica de helados Bresler. Después él fue conductor de los buses amarillos por unos 25 años. Yo pude llegar hasta cuarto medio en la Escuela Industrial Diurna Galvarino N° 2, pero estábamos en plena crisis de 1982 y el empleo era escaso". Hizo el servicio militar en Arica y volvió a su barrio el "30 de marzo de 1986 a las siete de la tarde. No había pasado una hora cuando nos encontramos con Alejandro Solís, que también había regresado ese día desde Punta Arenas".

Tuvieron que pasar varios años para que ambos amigos, que se conocían desde los siete, pudieran asociarse. Alejandro comenzó a trabajar en la construcción y se pagó los estudios de contabilidad, mientras que Juan Carlos entró a la fábrica de ollas a presión Marmicoc: "Partí lavando ollas, luego fui peoneta por dos años, después portero y finalmente me asignaron a la bodega donde terminé como jefe. Me retiré en diciembre de 1994".

Los hitos en la vida de Seguel están ligados a las bodegas en que ha trabajado. Recuerda, por ejemplo, que en febrero de 1995 entró como jefe de bodega de Javier Vergara Editor —comprada tiempo después por Ediciones B (Grupo Zeta)—, donde ya estaba Solís como contador.

Casi diez años después, Ediciones B traspasó el bodegaje a una empresa de logística y quedó cesante. Ese fue el inicio de todo, porque la editorial Edaf Chile decidió que él le manejara la logística. "Durante tres meses trabajé solo en una bodega de 100 metros cuadrados que arrendé en General Velásquez. Después contraté a un ayudante y al cuarto mes me estaban pidiendo en Ediciones B y Norma que me hiciera cargo de la distribución, así que mi padre se vino a trabajar conmigo".

Ya para 2005 se había asociado con Alejandro Solís. "Yo le decía que si lográbamos montar una empresa de logística que hiciera las cosas bien, nos íbamos a llevar a todas las editoriales del país", recuerda.

El golpe de gracia lo trajo Random House. En dos años se habían cambiado dos veces de bodega —de General Velásquez a Lo Etchevers— y cuando entró Random se mudaron por tercera vez a los 2 mil metros cuadrados que esa editorial arrendaba en Macul. "De un día para otro, el dueño de la bodega nos subió el precio del arriendo en 50% en 2013. Nunca nos habíamos atrasado. ¡Fue tan injusto! Tuvimos que aceptar, pero eso nos llevó a comprar en Puente Alto y arreglar 3.600 metros cuadrados". Hoy se le van $20 millones al mes en pagar el crédito de esta propiedad que el banco tasó en $1.200 millones y sólo el 10% o 15% de sus trabajadores lo siguieron a Charles Aránguiz.

"Hace dos años que no pesco un libro, desde que nos cambiamos a esta bodega. Cuando era jefe de bodega yo leía harto. Me gusta el género sobrenatural y me encanta Brian Weiss. Yo creo en la reencarnación, sé que me voy a reencarnar hasta ser maestro y que me voy a reencontrar en la otra vida con mi familia". Está casado y tiene tres hijos (dos universitarios y una niña de 12 años).

"Siento que en 2017 nos va a ir bien. Voy a volver a organizar los campeonatos internos de fútbol, a celebrar el 1 de mayo y las Fiestas Patrias".

"Mi papá sigue conmigo. Tiene 70 años y le decimos el Gato Alquinta como el de Los Jaivas porque usa el pelo largo y canoso… Si miro de dónde vengo y dónde estoy, no necesito mucho más. Al final, la trilogía perfecta es trabajo, esfuerzo y sacrificio. Si tienes eso, te va a ir bien".

Aunque pierda su empresa

"Los estudios se quedan conmigo"

"En 2008 comencé a estudiar Ingeniería en Logística y Transporte en la Universidad Andrés Bello. En la primera prueba de cálculo me saqué un 1,7, es decir, con suerte le puse el nombre. Afortunadamente, un ayudante que también era de La Bandera me comenzó a enseñar todos los días en mi oficina por dos o tres horas. No sólo pasé cálculo, sino que me eximí del examen final".

"Ahora puedo perder la empresa o perder todo, pero los estudios se quedan conmigo. Estoy fascinado, saqué mi carrera en 9 semestres, uno más de lo programado", reconoce Juan Carlos Seguel.

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