Si quieren un crítico amaestrado, complaciente y predecible, no encontrarán al personaje adecuado".

Juan Manuel Vial (45) se jacta de que cuando tiene al frente a escritores que le han prometido combos por sus críticas, nunca pasa nada. Y que las pocas veces que se topa con ellos, lo abrazan con falso afecto, cuando son los mismos que amenazaban con romperle la cara a golpes. Algo hay en su carácter (¿elegancia?, ¿distancia?, ¿don de la palabra?) que transforma la rabia de sus criticados en una barrera que lo protege de los gajes del oficio.

Lo asegura su propio perfil de crítico literario en La Tercera: "Alguna vez ha recibido amenazas de escritores que se han sentido menospreciados con sus columnas, pero al momento de los quiubos jamás se han registrado incidentes".

El prontuario de autores molestos con sus críticas incluyen a Jorge Edwards, Sebastián Edwards, Roberto Ampuero, Sergio Gómez, Francisco Ortega, Antonio Skármeta, Jorge Baradit y, ahora último, Diego Zúñiga.

A "Niños héroes" (2016, Literatura Random House) lo calificó como "un libro de cuentos mediocres, en los que abundan taras vistosas e irremediables: infantilismo, intrascendencia, desprolijidad, flojera". Zúñiga, en el programa "Vuelan las plumas", de Radio U. de Chile, se defendió: "Para mí las críticas son importantes y soy receptivo, pero con este tipo de textos casi no se habla del libro y cierra la posibilidad de discutir. Fue muy desconcertante esa violencia tan personal".

Todo esto lo han ido forjando como uno de los críticos más leídos/temidos/escuchados de la plaza. Periodista de la Finis Terrae, y ex corresponsal de "El Mercurio" en EE.UU., Vial es actualmente presidente del jurado del Premio Municipal de Santiago que se entregará el próximo martes en categorías como cuento y ensayo.

Matías Rivas, director de Ediciones UDP —donde Vial ha traducido a Oscar Wilde y Lytton Strachey— opina: "Si quieren un crítico amaestrado, complaciente y predecible, los autores no encontrarán en Vial al personaje adecuado. Sus opiniones son genuinas".

El goce de objetar

En el mapa de los críticos nacionales, Vial puede ubicarse en un lugar cercano a Patricia Espinosa. Ambos reseñan autores chilenos, su historial genera tanto molestia como ansiedad los respectivos días que publican y en su escritura se detecta cierto goce tanto para ensalzar como para objetar. Y eso se nota en su gusto por las seguidillas de adjetivos, además de cierto tono canchero pero informado. Como cuando habló de "Veneno", de Roberto Brodsky (2013, Random House Mondadori), donde se burló del ajuste de cuentas que el alter ego del autor (Shapiro) hacía con la escena literaria local: "Un título más acertado de este libro hubiese sido Paranoia".

O también, por centrarse en un detalle de la obra y, a partir de ahí, criticarla. Antes de que se transformara en best seller, apuntó que "Logia" (2014, Planeta), de Francisco Ortega, cometía graves errores históricos, le faltaba documentación y había un uso excesivo de Wikipedia. Y que en Lima —donde ocurre parte de la trama— no llueve como asegura el autor. "Todo el mundo sabe que en Lima es rarísimo que llueva".

Consultado, Ortega hoy prefiere desentenderse del tema: "No quiero dramas, ni dimes ni diretes".

Obviamente hay resistencia a Vial, pero siempre por parte de los escritores. Muchos se negaron a hablar. Otros, como Jorge Marchant Lazcano declaran vía e-mail: "No tengo opinión sobre ese sujeto". O el ex The Clinic, Ignacio Fritz: "Siempre alaba obras de corte universal o realista, dejando de lado un buen cúmulo de textos de corrientes más arriesgadas".

Sin embargo, reducir el trabajo como crítico de Vial sería injusto. En una década de ejercicio profesional se ha dedicado a escribir sobre el amor de Armando Uribe hacia su fallecida esposa Cecilia, la sabiduría de Nicanor Parra o las ya clásicas rabietas de Gonzalo Contreras hacia los narradores más jóvenes que él. Pero también ha apoyado a autores como la joven Paulina Flores, flamante contratación de Seix Barral en España.

El crítico frugal

Vial no tiene Twitter ni participa en redes sociales. Su rollo va por el lado del movimiento permanente, quizá para escapar de una élite de la que sólo se siente parte por el apellido. Aunque en 1997 debutó como periodista de planta en "Artes y Letras", partió a Estados Unidos como corresponsal para El Mercurio. Luego se ganó una beca a Alemania, donde escribió para el Die Welt y en el Frankfurter Rundschau. Regresó a Chile el 2001 y trabajó en el extinto El Metropolitano. El editor de cultura de LUN, Andrés Luis Braithwaite, lo incorporó en el 2002. Ahí inició una brillante —y delirante— seguidilla de columnas donde, además de la literatura, sus temáticas abarcaban desde la estupidez de los centros de alumnos cota mil hasta la masturbación femenina en occidente, pasando por el arte, la iglesia católica, los malls y las noches insomnes frente al televisor. Pero lo que lo consagró fueron sus textos sobre literatura, donde armó su canon personal de autores.

Escribe en La Tercera desde 2007, tras un paso por la Capital. Lo hacía desde Pirque, cultivando tomates y ajíes en una parcelita familiar. Sus amigos, en broma, la llamaban "el palacio de barro". Luego se mudó a Washington, donde le agarraría el gusto a escribir sobre política (hace unas semanas arremetió contra el candidato Alejandro Guillier) al tiempo que se gana la vida editando y haciendo traducciones.

Para Rivas, "él es un lector muy agudo, que no teme verter su opinión con franqueza, que trabaja como traductor y como articulista. No le gustan las opiniones elusivas y desconfía del medio cultural. Washington le permite escribir desde un cierto retiro del bullicio nacional. Tiene un humor ácido y un carácter fuerte".

Pero Vial reconoce ser más feliz viajando y cargado con un montón de libros. El año pasado visitó India, donde estuvo un semestre sometido a un régimen exento de carne y sexo. En un artículo escrito para Paula, habló de la aventura: "De ser un chico cumplidor con sus anhelos y fantasías sexuales, de un día para otro me convertí en una especie de monje asexuado".

Un caballero antiguo

Vial evalúa regresar a Chile para instalarse en un lugar donde no será fácil encontrarlo. Como si fuera un explorador o un naturalista del siglo XVIII, ha viajado ya cinco veces a Tierra del Fuego, siempre mochila al hombro. Lo inspiran tanto Julio Verne como Lovecraft. Y con unos amigos compró un bote en el sur de Castro.

Justo Pastor Mellado, quien compartió con él como jurado del premio, dice: "Su experiencia en Washington lo hace ser muy sensible a la impostura de la corrección política que corroe la vida académica y literaria. Es erudito y muy concienzudo en su trabajo, tanto de traductor como de crítico. Tiene rasgos de caballero antiguo. Ha atravesado varias veces Tierra del Fuego y sabe lo que significa la corriente de las aguas en el Futaleufú".

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