La octava versión de la feria Ch.ACO terminó ayer tras un fin de semana frío y lluvioso. Una de sus mayores apuestas, además de la forma en que se distribuyeron las galerías, era el nuevo espacio: un edificio de tres pisos, todavía en construcción, en Las Condes. La sensación entre algunos expositores era que este cambio había atraído menos cantidad de público.

Y es que la audiencia llegó a 22 mil visitantes, muy por debajo de los 50 mil que congregó en 2015. Aunque en términos de venta sí superaron sus apuestas: los primeros reportes desde la organización indican que el aumento alcanzó, al menos, un 20%.

Desde Ch.ACO cuentan que durante las próximas semanas comenzará la búsqueda de espacios para 2017.

Respecto a las obras que generaron mayor interés estuvieron las de José Balmes, que oscilaban entre los 20 y 30 mil dólares, siendo unas de las más caras de la feria junto con los óleos de Roberto Matta, sólo en exhibición. Mientras, en 35 mil dólares (casi 23 millones y medio), posicionándose como el más caro, se vendió "Lady Gaga" del fotógrafo David LaChapelle.

Entre los artistas jóvenes que más vendieron en Ch.ACO, estuvieron Benjamín Ossa —de 32 años, con gran proyección, según sus galeristas, y que prepara una muestra individual en Buenos Aires—, con 5 obras a través de la Galería Artespacio. Sus valores estuvieron entre uno y 4 millones de pesos. La de más alto valor se la llevaron los coleccionistas Sauma y Carvajal.

El fotógrafo Tomás Rodríguez, de la misma galería, vendió 5 obras que iban desde los 860 mil hasta el millón 100. En el caso de las artistas Cecilia Avendaño y Juana Gómez, de la galería Isabel Croxatto, vendieron toda la obra que llevaron a la feria.

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Desde agosto de 2014 es director artístico del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, MALBA. Antes, durante 11 años, formó parte del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, en España. Primero como curador jefe y luego como director. El español Agustín Pérez Rubio (43), entonces, tiene muy claro qué debe (y qué no) buscar la audiencia en un museo: "Si usted quiere divertirse y reírse, vaya al circo, vaya a ver unos humoristas y se va a reír. El museo es otra cosa".

Este fin de semana visitó Santiago. Asistió al conversatorio de la octava versión de la feria de arte Ch.ACO, donde habló de la colección del MALBA, espacio que tuvo por primera vez exponiendo en solitario a una chilena, Voluspa Jarpa.

"En nuestra pequeña región de por acá" se tituló la exposición de la artista nacional, que se exhibió entre julio y principios de octubre. Ahí exhibió archivos desclasificados de la CIA sobre Latinoamérica, entre 1948 y 1995. "Conozco el trabajo de Voluspa desde hace casi ocho años. He seguido su carrera", dice Pérez, quien la invitó a exponer.

"Vino mucha gente y varios le agradecían tratar estos temas. Fue muy bien recibida por el público entendido y por el general. La crítica, tanto en Argentina como en el resto del mundo, ha sido avasalladora", cuenta. Desde el MALBA añaden que Voluspa tuvo más de 400 notas internacionales. En El País de España, la describieron como "un site-specific imponente y emotivo".

"Yo no cuento los números"

Un año antes de que Agustín Pérez asumiera, se montó en el museo "Obsesión infinita", de Yayoi Kusama, que, al igual que en Santiago, fue un éxito en visitas. Por eso, los primeros meses, le preguntaban si programaría muestras como esta, que convocaran gran público.

"Los periodistas me consultaban por una programación sobre, yo qué sé, Walt Disney. ¡No, señor! No vamos a hacer una programación enfocada al divertimento, más que a la educación y cultura. Que un museo se abarrote de gente siempre es positivo. Siempre. Pero, cuidado, no tenemos que interpretar que el Luna Park es el museo", asegura.

"El museo no es un parque de atracciones que busca la diversión. Eso no quiere decir que no puedas tener una visita cómoda, placentera, divertida y disfrutarla. Pero esto no es un parque de atracciones donde lo pasas bien, te ríes y te vas. Eso no te está dando nada en tu cabeza, en tu pensamiento; es simplemente un goce por el goce. Acá sí puedes tener un goce. Uno que llegue al intelecto, al alma, a través de la plasticidad del pensamiento y de la obra de los artistas. Para eso, el público tiene que ser activo", explica.

—Si no quiere convertirlo en un parque de diversiones, ¿qué busca hacer del MALBA?

—Quiero hacer un centro donde venga la gente, pero sería muy fácil decir que mañana voy a hacer una exposición de top models o de las fotos de Audrey Hepburn, de la que no hace mucho tiempo enviaron una propuesta. Hepburn no es una artista. Es una actriz, hizo películas, pero este es un museo centrado en arte, en pintura y también en cine. Podemos hacer un ciclo de cine, pero no le voy a dedicar una exposición para ver sus trajes.

Actualmente se está presentando "Dream come true", de Yoko Ono y, según dice Pérez, al día la visitan hasta 3 mil personas. "Pero tampoco voy a hacer un programa donde todos vayan a ser Yoko Ono. Luego haré Alicia Penalba y haré una figura que nadie conoce, como Teresa Bulga. No hay que caer en el populismo porque sí. Al manejar la programación, yo no cuento los números. Me da igual. Me encanta que venga gente, pero eso tampoco es el éxito. El éxito no está en que se llene una exposición".

La domesticación de la mirada

—El Museo Te Papa Tongarewa, de Nueva Zelanda, se basa en la interacción y en las nuevas tecnologías. Muchos espacios han optado por esto para llegar a nuevos públicos.

—La interacción es una palabra muy de los 2000, de los 90, con esa idea de que estás interactuando. Es una cuestión bastante virtual. Yo abogo más por la participación y la colectivización. Es decir, cómo construir un museo entre todos: escuchando, teniendo en cuenta al otro más que apretando una tecla para que haga no sé qué. Esas herramientas pueden funcionar, pero son muy de doble filo. Nos acerca a una estética del videojuego, de la webcam. Son estrategias donde parece que lo importante es el medio y no el contenido.

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