Soy medio inquieta; no tengo tanta paciencia, pero no por ser apurona debo dejar de ser responsable". Solange Huerta, en mayo a La Segunda.

Considerada como competente (incluso entre quienes no le tienen simpatía), la mayor amenaza que enfrenta Solange Huerta como directora del Sename es su elevada desconfianza. Mientras fue fiscal, pocos fueron los que lograron cercanía, y menos aún los que se podían dar el lujo de hacerle observaciones.

"Los dirigentes del Ministerio Público la pintaron como que era un monstruo, pero aquí no se ha visto de esa manera", asegura un dirigente de los funcionarios.

Ella, en tanto, se definía así en La Segunda: "Soy medio inquieta; no tengo tanta paciencia, pero no por ser apurona debo dejar de ser responsable". Lo decía el 23 de mayo de este año, un mes antes de renunciar a la dirección de la Unidad Especializada de Violencia Intrafamiliar y Delitos Sexuales de la Fiscalía Nacional.

Su círculo de hierro

Conocedora que la imagen que tiene es autoritaria, en el Sename Huerta optó por blindarse y echar mano a las amistades que formó cuando era estudiante de Derecho de la Universidad de Chile, donde entró en 1987. Allí conoció a su marido Alvaro Pérez, actual fiscal de San Antonio e hijo de un abogado del mismo nombre que estuvo exiliado durante la dictadura y fue socio de Erich Schnake y Hernán Vodanovic.

Allí también conoció a quien hoy es su jefe de gabinete: Alvaro Fuentealba (ex director de la Escuela de Derecho de la Chile). En 1992 Fuentealba era un reconocido dirigente universitario de la Juventud Radical y fue secretario del Centro de Alumnos de la Facultad cuando Patricia Roa (esposa del ex ministro Alvaro Elizalde) era la presidenta y Ximena Rincón, hoy ministra del Trabajo, vicepresidenta.

En la sede de Pío Nono, Fuentealba entabló una fuerte amistad con una estudiante de cursos más avanzados: Ana Lya Uriarte, socialista y actual jefa de gabinete de la Presidenta Bachelet ( es quien habría gestado el nombramiento de Huerta en el Sename y es su protección en La Moneda).

Y cuando Uriarte fue nombrada directora ejecutiva de la Comisión Nacional de Medioambiente, en 2006 (en el primer gobierno de Bachelet), Alvaro Fuentealba fue también su jefe de gabinete.

Pero no es lo único: Uriarte, Fuentealba y Huerta también coincidieron como abogados del Instituto de Normalización Previsional a mediados de los 90.

Como Uriarte, Huerta militó en el PS, aunque se alejó cuando ingresó al Ministerio Público. Su hermana, Rosa Ester, fue alcaldesa de Talagante y en 1996 integró el Tribunal Supremo del PS.

Además de significar un contacto directo con Uriarte, Fuentealba es quien reclutó los dos asesores que aceptó la nueva directora del Sename: Rodrigo Lledó (alejado del programa de Derechos Humanos por el ex ministro Jorge Burgos y ex abogado asesor de la Fiscalía Centro Norte) y Francisca Marinakis, hasta hace poco asociada del estudio Ferrada Nehme; ambos, de la Universidad de Chile.

Bajas expectativas

Hasta ahora Huerta sólo ha pedido la renuncia de la jefa de la Unidad de Estudios del Sename, pero el resto del personal es el mismo que había cuando comenzó su gestión, hace 90 días.

Esto es lo que incomoda a Alicia del Basto, presidenta de la Asociación de Funcionarios del Sename, quien reconoce tener buena relación con ella: "Ha sido una persona que escucha y ha tomado algunas decisiones, pero no las más importantes. El Sename sigue como siempre, al día a día no más. Dicen que es el presupuesto, pero tampoco tiene una incidencia muy grande el incremento del 5% que le dieron. La verdad es que no tenemos muchas expectativas de que las cosas cambien".

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De ideas fijas

Una de las cosas que más se le critica es que cuando adquiere convicción sobre algo, es prácticamente imposible hacerla cambiar de opinión. Eso fue lo que pasó en el Caso Tsunami (a su cargo entre marzo de 2010 y enero de 2016), aseguran abogados involucrados en la causa: "Ella estaba dispuesta a llegar a un juicio oral a toda costa, y cuando asumió el nuevo fiscal regional se demostró que sí se podía llegar a una suspensión condicional, lo que fue confirmado por la Corte de Apelaciones". Eso pasó tres meses después que ella dejó de ser fiscal regional y los seis imputados fueron obligados a indemnizar por $235 millones a los familiares de las víctimas del tsunami del 27 de febrero de 2010.

Todo bajo control

De carácter fuerte y trabajólica, le cuesta delegar responsabilidades en otros. En algunas causas, prefería redactar ella misma los oficios con que ordenaba las diligencias.

Su sucesor, José Luis Pérez Calaf —al explicar los cambios que introdujo en la Fiscalía Metropolitana Occidente—, en una entrevista en La Tercera (el 28 de agosto) entregó algunas luces: "Solange tenía un estilo que le gustaba tener control sobre todo, pero tiene que haber más equipo", señaló, y explicó que al interior de la fiscalía "se produjo un relajo" cuando Huerta se involucró en el caso Tsunami.

Investigaciones internas

En 2008 Solange Huerta encabezó un sumario en contra del entonces fiscal metropolitano sur, Alejandro Peña, por un supuesto maltrato a una subordinada. Al final —tras las decenas de declaraciones que tomó en la investigación— no formuló cargos por aquello, pero sí propuso sancionarlo por supuestas prácticas antisindicales. La situación marcó una distancia con Peña. Entonces, ambos eran pares: ella en la zona Occidente y él en la Sur.

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