Yo me cocino muchas veces, porque no me gusta comer todos los días porotos, pan y ensaladas" (Lady) No tengo quejas con mis empleadores. Yo estoy al cuidado de los niños que siempre tienen todo desordenado, pero su actitud es muy buena" (Lily) Nuestros jefes están comprando ahora arroz" (Mary) Llevo un año acá, y me voy de vacaciones a Filipinas en diciembre. El pasaje lo paga mi jefe. Tengo tres hijos universitarios" (Asun) Pagué US$ 1.400 como garantía, suma que Proyectonanas me devolverá cuando cumpla dos años con un empleador provisto por la agencia" (Maribeth)

Isidora Goyenechea con Augusto Leguía, una pareja con pinta de ejecutivos espera la luz verde para cruzar. "Podríamos contratar a una filipina para trabajar de nana —le cuenta ella—. Los niños aprenderían inglés en la casa". El escucha en silencio, mientras la mujer continúa: "Vienen por dos años. Traerla sale como dos millones y medio de pesos".

—¿Todos los meses? —pregunta él, alarmado.

—¡No, poh! Por una sola vez, y después cuestan lo que cuesta una nana normal. Es una buena inversión.

"Hello, ma'am"

María Victoria y Suerte llegan un viernes a las 2:40 de la mañana al aeropuerto Pudahuel, después de un vuelo de 33 horas desde Singapur con transbordo en Doha y Sao Paulo. Las esperan hace unos 30 minutos Carol Luco y Soledad Guzmán, de la agencia reclutadora Proyectonanas.

Las muchachas tienen 27 años, aunque representan mucho menos. Reconocen estar muy cansadas, pero no por eso dejan de sonreír: "Hello, ma'am", "Nice to meet you", y no mucho más; todavía les aguarda otra hora de viaje a Concón. "Las entrenamos y les enseñamos nuestras costumbres, cómo se hacen las camas acá o los platos típicos", explica Luco. Al cabo de una semana, María Victoria y Suerte comenzarán a trabajar en Lo Barnechea.

Según la embajada de Filipinas, todos los meses ingresan entre diez y veinte mujeres de ese país, provenientes de Hong Kong, Singapur o Taiwán, contratadas para servicio doméstico. "Traemos a señoras que ya han sido nanas en otros países", porque se adaptan más fácil, explica Luco. Hablan inglés debido a que EE.UU. ocupó las islas entre 1898 y 1946, y luego con interrupciones ha tenido bases militares allí.

La agencia Proyectonanas se encarga de reclutarlas, intermediar sus contratos, las visas y los pasajes que las traen a Chile por 2 años, a lo menos. En total, US$ 2.700, más la comisión de la empresa, que cobra cerca de $980 mil, con un año de garantía. Hay otras dos agencias que ofrecen servicios similares, pero Carol Luco fue la primera, y desde 2011 a esta parte, por su oficina a metros de la estación Manquehue han pasado 300 filipinas. Hace tres años se ampliaron a proveer trabajadores extranjeros a empresas agrícolas, principalmente nepaleses.

La embajada de Filipinas consiguió a través de Facebook y contactos personales registrar a 450 compatriotas en el país. El Departamento de Extranjería y Migración (DEM) sólo contabiliza 181 autorizaciones de permanencia definitiva desde 2005 a 2015 otorgadas a filipinos, y casi un tercio de estas solicitudes se produjeron el año pasado. La diferencia en el número se debe a que llegan a Chile con una visa por contrato a dos años, gestionada directamente en los consulados en el exterior. Cumplidos los dos años con el mismo empleador, pueden pedir residencia definitiva.

Domingos en Escuela Militar

Cada domingo, a eso de las 10:15 horas llega el bus Piedra Roja-Escuela Militar desde Chicureo al subcentro Metro. Esta vez se bajan siete filipinas; todas vienen de Singapur, donde trabajaron entre 3 y 11 años como empleadas puertas adentro. El grupo hace tiempo afuera de un café o en el Dunkin' Donuts, mientras espera a sus otras compañeras provenientes de Lo Barnechea, Las Condes y Vitacura. Unicamente Pinky viene directo de Filipinas, aunque sí había trabajado antes en Abu Dabi y Singapur. Ella fue contactada por su empleador, sin la mediación de una agencia.

Poco a poco han ido conformando una comunidad, bajo el alero de la embajada. La vicecónsul Raisa Mabayo explica que "los filipinos tienen una red que opera". 10 millones se encuentran repartidos por el mundo.

"Las mismas nanitas van recomendando a nuevas postulantes", ratifica Carol Luco, con quienes se comunica a través de "Skype, Viber y Facebook. Recibimos solicitudes de Malasia, Taiwán, Abu Dabi, Hong Kong, e incluso Israel".

El domingo 2 de octubre del año pasado, a las dos de la tarde, cerca de 80 mujeres filipinas se reunieron en la embajada para escuchar a funcionarios del DEM y de la Dirección del Trabajo. "La mayoría desconocía que puede optar a una visa temporal por motivos laborales cuando se encuentran en el país —dura un año, tras el cual puede renovar o pedir la residencia definitiva— y, con ella, cambiar de trabajo sin perder la antigüedad. También ignoraban que tendrían derecho a dos días libres a la semana", recuerda el jefe nacional del DEM, Rodrigo Sandoval.

La embajada envió el 15 de diciembre a toda su comunidad una carta con timbre oficial, donde explicaba esta última modificación legal. "Les mandamos esta carta también en español para que, en caso necesario, se la mostraran a sus empleadores", comenta la diplomática.

La mayoría de las filipinas dicen ganar $400.000 líquidos, aunque en la embajada registran un promedio de $375 mil al mes, lo que "equivale a lo que gana un graduado de college (pregrado universitario) que trabaja como oficinista en una buena compañía en Manila", contextualiza Raisa Mabayo, quien calcula que el 80% del sueldo lo remesan a su país. Consultada en cuanto a si hay reclamos contra los empleadores, señala: "No tenemos grandes quejas. Los conflictos son bastante básicos; por ejemplo, los dos días de salida a que tienen derecho, diferencias sobre los sueldos, pero el tema principal es la comida. Si nunca has estado fuera de Asia, es muy raro comer pan y que te den comidas livianas. Acostumbramos comer cuatro veces al día, y tiene que haber arroz".

Nepal, un nuevo rumbo

Carol Luco asegura que su negocio es muy complicado. "Si no resulta la relación entre el cliente y la nana, reubicarla y buscarle otra nana de reemplazo es muy caro para la agencia (…). Cuando se empezaron a cambiar las nanas de un empleo a otro, a veces por $20 mil más, fui al Ministerio de RR.EE. y al Departamento de Extranjería, donde me dijeron claramente que el principio básico es la libertad de trabajo. No hay nada que impida que estas señoras se cambien".

Ante eso, Proyectonanas tomó ciertas medidas. Ahora pide una garantía de US$ 1.400 a cada trabajadora que trae su empresa, suma que se le devolverá cuando cumpla dos años con un empleador provisto por la agencia.

En todo caso, Carol Luco está cambiando el modo de operar de su empresa. Están por llegar las primeras dos nepalesas para servicio doméstico, y, a diferencia de las filipinas, ellas pagan completamente sus gastos de traslado. "Así, cumplo con lo que el gobierno prefiere —que vengan por sus propios medios— y reduzco mi riesgo. A cambio, ganan un poco más, pues comienzan en $450 mil líquidos".

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