Mi siquiatra está entre las tres personas que más veo, siempre estoy pésimo. Peor que cualquier presa".

Según Juanita Vial (43), Rodrigo Hinzpeter, su pareja desde hace dos años, ex ministro del Interior y de Defensa de Sebastián Piñera, "ya es casi progre".

Notable metamorfosis, si le creemos a esta ex productora de modas, hoy dedicada al trabajo en cárceles de mujeres, una rara ave que siempre ha volado inclinada hacia la izquierda. Ella dice que es desclasada, porque estudió en el Colegio Los Andes, veranea en Zapallar, vuela seguido a Nueva York, pero es negra, garabatera y cree que las presas "le dan cancha, tiro y lado a cualquier mujer del barrio alto, disfrazada con un perfume hediondo y caro".

La cárcel siempre le ha parecido "un lugar envidiable, de protección absoluta". Aunque la afirmación pueda chocar, sabe de lo que habla. Se ha pasado los últimos tres años y medio metida en el Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín, trabajando con internas del Patio 1 y del COD, "los barrios bajos" del penal. Iba dos veces por semana a hacer sus clases, acarreando bolsas de ropa que recolectaba entre amigas y conocidos. Y siempre ha andado en busca de un espacio uterino, sin interferencias externas, como su cama, donde pasa la mayor parte del tiempo. Habla también de esa necesidad que "mi siquiatra esté entre las tres personas que más veo, porque siempre estoy pésimo. Mucho peor que cualquier presa".

Ahora está "en libertad", enfocada en reorientar su trabajo. En mayo cuando la Comisión de Libertad Condicional de la Corte de Apelaciones liberó a 1.300 reos, muchas de sus alumnas se fueron. "El taller se empezó a disolver porque ahora están casi todas en la calle. Yo sigo en contacto con la mayoría; sólo una ha podido conseguir un trabajo precario, sin que sepan, claro, que estuvo presa. Ha sido duro para muchas, porque la cabeza se acostumbra a la cárcel, adentro nada te turba, tienes el futuro claro; por eso, cuando de repente les dijeron ‘váyanse', muchas se quedaron como sin piso".

Fue en esta etapa que se topó con "Preciosas", la serie de Canal 13, que la sacó de quicio y la hizo despotricar en Twitter. "Conozco el lugar y está mal recreado. Es una caricatura muy mal dibujada".

Verosímiles, le parecen la novela Cárcel de mujeres, escrita en los años 50, por María Carolina Geel, seudónimo de Georgina Silva, condenada por haber asesinado a su amante en el Hotel Crillón, y Orange is the new black, la serie de Netflix. "Es fidedigna de lo que pasa en las cárceles gringas", afirma. Tanto como el trabajo audiovisual de la chilena Pati Hernández con presas en Estados Unidos. "Soy adicta a videos sobre cárceles reales".

Fundación Manos Libres, su iniciativa en el Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín, partió con talleres de reciclaje de ropa usada para transformarla en cubrecamas, cojines, manteles. En un contenedor que le cedió la Fundación Abriendo Puertas, "unas señoras bien cuicas que hacen beneficencia en la cárcel", partió esta suerte de patchwork colectivo que fue ganando densidad. Sus alumnas empezaron a ganar sus pesitos, pero sobre todo a mejorar su autoestima. A sentirse orgullosas, más todavía cuando en abril los objetos, desde juguetes hasta tapices con mensajes súper expresivos, fueron expuestos en el GAM, con gran éxito.

—¿Qué has aprendido al trabajar con mujeres en la cárcel?

—Aprendí mucho de humildad; entrar a un lugar donde siempre hay desconfianza y te revisan entera te hace ser humilde. Aprendí que no hago esto para salvar a nadie; ése es un sentimiento ególatra. Aprendí que ellas se miran al espejo mucho más que yo, aunque no vayan a ver a nadie. Aprendí que los gendarmes venden celulares en las cárceles porque tienen un sueldo miserable y, algo bien bonito, que pese a eso sospecho que tienen vocación. Que cuando tu vida está hecha mierda, la depresión no existe.

No mide sus palabras. Es políticamente incorrecta y qué. En esa libertad se parece a su hermano, el periodista y crítico literario Juan Manuel Vial, aunque él se limita a los libros.

¿Cómo conoció Juanita al "sheriff" de Piñera, Rodrigo Hinzpeter? Dice que lo ubicaba porque fue alumno de su papá, el abogado y académico Víctor Vial, pero que se enamoró recién hace un par de años, cuando él ya estaba separado de la periodista Joyce Ventura, con quien tiene 3 hijos. Juanita también es separada. Roberto Pons, su ex marido, es su socio en Manos Libres. Y ambos son padres de Esperanza, que, con 8 años, es su viva imagen. "Pero es mucho más buena y generosa que yo. Se me sale el corazón de amor".

De Rodrigo, afirma: "Mi vida sentimental está muy bien; él me hace feliz", pero no entra en sus planes volver a casarse. Menos seguir con la producción de modas. "El día que entré a la cárcel, tomé la decisión: no cargo una bolsa más de ropa en mi vida que no sea para trabajarla en Manos Libres". Ahora está replanteándose la Fundación. Y en paralelo, está siguiendo un curso on line sobre alimentación sana en la Universidad de Stanford, para un proyecto que tiene bien avanzado con su amiga, la actriz Javiera Díaz de Valdés. "La idea es enseñar a comer sano y bien por una cuestión de sanidad mental. A mí me deprimen la harina blanca y la azúcar. En la cárcel veía lo que les llevaban a las presas los días de visita: ramitas, papas fritas, queques enteros. En EE.UU., las cárceles consideran una dieta equilibrada, acá existe nula conciencia".

—¿Y nunca has pensado escribir sobre tu experiencia en la cárcel?

—No. Y los talleres literarios que les hacen a las presas, no me gustan; parten proponiéndoles que escriban su historia, cuando deberían escribir lo que quieran. Yo hice que me contaran cuentos infantiles y resultaron tremendos. Te morís cómo era el lobo con la Caperucita. Una vez le regalé un cuaderno a una para que escribiera de amor; me lo devolvió escrito entero con puras canciones de Arjona.

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