"Alguien tiene que avisarle a Clint Eastwood que él no es de derecha como cree; nadie de derecha haría una película como Gran Torino", declara, rotundo, el abogado constitucionalista y académico de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile Fernando Atria Lemaitre (47).

Su manera terminante de dictar sentencias ha contribuido a su fama de incendiario, como cuando en 2013 dijo que "el problema constitucional chileno es algo que tendrá que resolverse por las buenas o por las malas". Aquello de "por las malas" apanicó a los más conservadores y lo obliga de tanto en tanto a precisar que no estaba hablando de quemar nada.

En su oficina del cuarto piso del edificio-monumento-nacional de la calle Pío Nono se descubre al profesor Keating que lleva adentro. Aunque no se parece al personaje sensible y humilde de "La sociedad de los poetas muertos", sus alumnos lo describen como "claro, seco, brillante, aunque tremendamente egocéntrico", "un eximio profesor, un poco enredado a veces, pero un maestro".

De humilde no tiene nada. Ni en términos de origen: es hijo de Raúl Atria, abogado y sociólogo, ex director del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, y de María José Lemaitre, también abogada y socióloga. Ni en cuanto a carácter. Pero es admirado. Muchos lo consideran la mejor puerta de entrada al Derecho. "Te enseña qué es, cuál es su sentido y qué instituciones lo sostienen".

Él habla casi con ternura de los mechones de Derecho. "Hacer clases a los que llegan es una experiencia peculiar. Todos tienen alguna idea de qué es el Derecho, pero es una noción completamente errada, ingenua, y lo que uno tiene que hacer es pasar una retroexcavadora, por así decirlo, sobre ella".

Hay un registro de sus frases típicas en la Wikibello, donde los estudiantes construyen el perfil de sus profes. "Lo malo de eso es que uno dice cosas en clases que quisiera que fueran efímeras, pero ahora queda todo registrado en internet".

—¿Podría ser usado en tu contra?

—No, no es por eso. Es que uno ya no puede repetir las bromas ni usar los mismos ejemplos cada año, ni las mismas citas de películas.

Más futbolero que cinéfilo ("Con Clemente, mi hijo, hasta hace poco íbamos seguido al estadio; ambos somos chunchos"), usa mucho referencias cinematográficas. "Gran Torino", dirigida y protagonizada por Eastwood, cuenta la historia de un jubilado gringo de clase media, racista y hostil, empecinado en permanecer en el barrio en que ha vivido siempre, pese a que se ha venido a menos y llenado de inmigrantes asiáticos. "Es una bella película con un mensaje muy político. El personaje desprecia a sus vecinos y hace un esfuerzo por no tener contacto con ellos, pero como viven cerca, se empiezan a generar relaciones de reconocimiento. Él no se les acerca por buena persona ni porque le toquen el corazón, sino porque están próximos. Eso los vuelve prójimos. Chile es un país de colegios, consultas y clínicas que convive en paralelo, sin tocarse, con otro país de escuelas, consultorios y hospitales. Es imposible que la gente que funciona en el colegio se tope con la de la escuela. Y al no haber cercanía, no hay reconocimiento, sólo segregación, y eso genera miedo y desconfianza".

Tres gatos en la iglesia

Está casado con la abogada Ximena Fuentes, desde 2015 a cargo de la Dirección Nacional de Fronteras y Límites, además de ser la agente ante La Haya por el caso del río Silala y estar muy involucrada en el de la demanda marítima de Bolivia. Ella ha contado que lo persiguió por 4 años en la Escuela de Derecho, donde se conocieron y eran compañeros. Él da "una versión ecuménica de los hechos, porque la de ella es mentira. Cada uno tenía su vida armada, pero en algún momento los obstáculos desaparecieron y coincidimos y el resto es historia. Nos casamos en 1993 y… fuimos felices para siempre".

—¿Qué te enamoró?

—Además de ser brillante, simpática y divertida, dueña de una risa estentórea, es de una agudeza notable. Tiene una capacidad de observación del ser humano que yo he aprendido a respetar sin cuestionamientos. Ella dice: "Esa persona es así", y no falla.

—¿Pelean mucho?

—Sí— reconoce, soltando una carcajada.

Antes de que nacieran sus tres hijos —Antonia (18), Florencia (14) y Clemente (12)—, postularon a un doctorado en Oxford. Ximena fue aceptada, no así Fernando, la lumbrera.

—¿Un golpe muy duro?

—Claramente, no fue la caricia más tierna que pudo recibir mi ego. No fue fácil, pero mirado a la distancia estuvo bien. Estuve de housekeeping un año. Como no teníamos niños, fue fácil. La casa se cuidaba sola. Pasé de escribir a hablar y escribir bien inglés. Me inscribí en seminarios, empecé a leer por mi cuenta.

Hay que anotar que al final sacó un PhD en la Universidad de Edimburgo. También viajaron. "Hicimos un viaje espectacular por Escandinavia, en tren y en carpa. Fuimos hasta el pueblo más al norte de Noruega. Sólo por una semana no agarramos el midnight sun, que es cuando el sol baja pero no alcanza a esconderse, pero podíamos leer a las 3 de la mañana en la carpa. Fue increíble. Ahora más que viajar y conocer lugares, prefiero conocer personas".

—¿Eres tan religioso como te pinta tu mujer?

—Pasa que ella viene de una familia no militantemente atea, pero descreída. Mis padres son religiosos, lo mío es heredado, aunque como todo joven razonable hice apostasía. No fue algo radical, sino más bien indiferencia. En Reino Unido experimenté un catolicismo más elaborado, de minoría, abierto al mundo y en diálogo, y volví. Nada que ver con eso de andar juzgando al prójimo, que a nosotros nos parece natural. En Barcelona, para un miércoles de ceniza, entré a una iglesia donde había dos señoras de 80 cada una y yo. En el momento de la comunión, el cura dijo algo así como "ahora los que estén en la correcta disposición pueden venir a comulgar". Yo pensaba cómo habiendo apenas tres gatos, siguen pensando en excluir… En fin, para la Ximena que yo vaya a misa los domingos es como si usara cilicio —se ríe.

Se define como católico, apostólico, romano, y para mayor abundamiento cita a Jack Nicholson: "Is there any other kind", lo que no impide que en 2010 se inscribiera en el Partido Socialista. Entonces, no existía Revolución Democrática, donde están muchos de sus amigos, incluido Giorgio Jackson, que en 2012 prologó su libro "La mala educación". Aunque le gusta RD, sigue en el PS.

"Me inscribí el día que ganó Piñera. Ese es el momento preciso para meterse a un partido político, cuando uno pierde". Lo eligió porque es la tradición de izquierda que lo identifica. Y anota una preocupación: "La lógica neoliberal se ha metido tanto en nuestras cabezas que se piensa que ser libre es no tener vínculos con otros, y como la política es acción colectiva, hoy se sospecha del militante y se aprueba al que no milita. Eso es nefasto".

El tanque y la lágrima

Al comienzo no fue muy activo, pero hoy integra comprometidamente "una corriente de opinión que busca volver a entender el PS como un partido de izquierda". Y entramos a una crítica recurrente en su discurso: la del "neoliberalismo con rostro humano", que a su juicio ha marcado los gobiernos de la Concertación en Chile y los de la izquierda en el mundo. "Margaret Thatcher decía que su mayor éxito político era Tony Blair. Tenía razón, ¿qué mejor que tus adversarios empiecen a pensar con tus ideas? Pasó en Estados Unidos con Clinton; en España con el PSOE; en Chile con la Concertación. La izquierda se neoliberalizó y lo está pagando".

Reconoce que en el gobierno de Ricardo Lagos no estaba el horno para transformaciones radicales, pero también cree que Lagos no puede ser opción presidencial por lo que representa. Aunque participó del equipo de Constitución del comando de Bachelet para este segundo mandato, dice sin tapujos: "Este gobierno va a ser visto como una oportunidad de reforma perdida". Al primero tampoco le pone buena nota: "Bachelet no fue una mujer que tuviera una carrera política en virtud de la cual llegara donde llegó. Ella llegó porque se subió a un tanque en el momento oportuno, así como a Golborne se le cayó una lágrima en el momento oportuno. Claro que a él la sola lágrima no le alcanzó", comenta en una comparación que ofendería a un partidario de la Presidenta. Continúa: "En 2011, ella sintió que los estudiantes le habían puesto un espejo donde lo que vio no le gustó: neoliberalismo con rostro humano, y se dijo ‘no puedo pasar a la historia de este modo". Ahí supo que quería hacer una transformación, pero no la tenía clara. Por eso cuando aterrizó en Chile dijo ‘quiero gratuidad pero no para mi hija', lo que para la discusión que estábamos teniendo era volver atrás tres años. Al día siguiente se corrigió, pero eso demuestra que no le había dado muchas vueltas al tema".

—Las reformas se ven así, como improvisadas, sin muchas vueltas.

—Sí —suspira, desalentado—. Quizás porque hay una visión política que mira en menos el trabajo intelectual, lo considera una pérdida de tiempo. Ha faltado reflexión y creación intelectual.

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