Mira, tengo 62 años y ya decidí que el resto de mi tiempo libre lo voy a dedicar a esto".
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A sus 62 años, Francisco Javier Cuadra mantiene la misma cara de chiquillo colegial estudioso que lo ha acompañado siempre. Se mantiene delgado, su peinado va para el lado de manera correcta —aunque ya sin fijador—, usa unos lentes pequeños de marco oscuro y una incipiente barba le entrega un cierto aire hipster.

Desde comienzo de los 90, Cuadra comanda Identitas, una oficina que se dedica al manejo de desarrollos estratégicos, con énfasis en manejo de crisis, identidad de marcas y análisis político.

Podrá verse saludable, pero el ex vocero de Pinochet carga hace 30 años con severas dolencias en la espalda que lo tumban por varios días. Mezcla de lumbago y ciática, nunca tuvo un diagnóstico definitivo. "Siempre fue estrés", explica.

Jugó tenis, golf, fue al gimnasio, pero nada lo entusiasmó. Hasta que el doctor le sugirió buscar en el baile un paliativo para sus achaques. Cuadra recuerda que de niño veía con envidia a los que bailaban cueca. "Pero yo no lo hacía por timidez y tiesura de esqueleto". Su paso como ministro lo puso en varias ceremonias oficiales que lo obligaban a bailar. Pero él se las ingeniaba para escabullirse con tal de no tener que levantar un pañuelo.

Entusiasmado por la recomendación del médico, buscó por internet una profesora de cueca. Así se convirtió en alumno de Ximena Guerrero. Sólo era él y otra alumna los que se movían en la sala de eventos de un edificio del centro de Santiago. Aprendió durante tres meses las lecciones de Ximena. Hasta que un día, en un concierto de Las Morenitas, Mirtha Iturra —una de las mejores cantantes cuequeras del país— lo "apadrinó" para que convirtiera el restaurante El Huaso Enrique en su refugio permanente de baile.

Mesa 9

Cuadra salió hace un rato de su departamento en Carlos Antúnez y llega al local de calle Maipú pasadas las 22:00 horas. Eso sí, acá Cuadra no es un parroquiano más, sino que se ubica en la mesa 9, un espacio reservado sólo para los más fieles, asiduos y perfeccionistas del baile. Cada cual se sienta siempre en el mismo lugar, y desde allí cada noche de jueves el ex rector se lanza a la "cancha" para bailar 42 "chilenas", como llama al baile de sus amores. "Si fuera por mí, al levantarme bailaría 30 minutos de ‘chilena' y otros 30 antes de acostarme. Así estaría más feliz de lo que ando".

Al comienzo venía en jeans, pero al ver el empeño de las mujeres por ir arregladas, decidió ponerse corbata. Y siempre con zapato de suela. "Es porque necesito retroalimentación del sonido que debe dar el pie en el escobillado y zapateado". Cuadra es el más elegante de todos con su terno oscuro y colleras plateadas. Su elemento más preciado es un pañuelo de lino blanco que moverá toda la noche.

En el escenario tocan Aladín y sus Reyes, grupo liderado por un pianista ciego que mueve sus dedos con maestría sobre el teclado. "Permiso", se disculpa Cuadra y sale a la "cancha". Ahí se ve un ex ministro feliz, mezclando reglas básicas con improvisaciones. Ni rastro de ciática. "De hecho, el jueves es el día en que mejor duermo", aclara.

La noche avanza y Cuadra pide varias Ginger Ale y suma un vaso de whisky Jhonny Walker etiqueta verde. Los chistes y las bromas dominan la conversación de la mesa 9. La política no aparece por ninguna parte.

Una de las mujeres que se sienta en la mesa es María Angélica Reyes, pareja de baile habitual del ex vocero y responsable de que el hombre haya perfeccionado su técnica. María Angélica alguna vez estuvo a cargo de hogares de ancianos, pero ahora dedica su vida a la cueca. "Era tieso", confiesa mientras acomoda sus vistosos pañuelos de baile sobre la mesa.

Cuadra conversa de la "chilena" con emoción campechana —recordando olores y sonidos de su niñez colchagüina—, pero también desde la intelectualidad. Por eso su charla está salpicada de datos, historias y anécdotas del zapateo, el escobillado o el remate.

El pañuelo perfecto

¿Cuál es su estilo de baile?, le pregunto en un momento de descanso. "Mi matriz es la cueca huasa", aclara.

En medio de la fiesta cuequera, Cuadra aclara que desde hace un tiempo ha estado dedicado a perfeccionar el trabajo con el pañuelo, del que dice "tiene que flamear". Y agrega en tono poético: "El pañuelo es una llama de fuego que da luz y calor".

Más mundano, cuenta que todos los años organiza un gran asado en su campo en la zona de Santo Domingo. Hasta allá llegan más de 100 personas que dedican el día completo a la "chilena". Hay amigos del Huaso Enrique, conjuntos cuequeros y familiares.

Pero el resto del año la "chilena" es una actividad personal a la que sólo a veces lo acompaña su polola. "Mira, tengo 62 años y ya tomé la decisión de que el resto de mi tiempo libre lo voy a dedicar a esto".

Cuadra, el compositor

El bailarín está tan involucrado con la cueca que ha decidido darle un impulso académico. Por eso, está en proceso de formalizar una fundación que se dedique a investigarla, conservarla y promoverla. Se fundación se llamará Jazmín y Clavel y ya tiene varias iniciativas en camino. La primera, una arpa que el propio Cuadra encargó y trajo desde Paraguay y que, asegura, es la mejor que existe en el país.

A sus 62 años, el hombre sabe que ya no será cantor ni instrumentista, pero sí se ha decidido a explorar en la composición. Dos de sus creaciones son "Noche triste de Rancagua" y "La misma rosa roja", las cuales están siendo musicalizadas.

¿Las agrupaciones favoritas de un hombre que siempre tuvo como faro musical a los Rolling Stones? La Cuadrilla de Pablo Naranjo, Las Morenitas, Los Palmeros y Los Nogaleros. ¿Y sus "chilenas" preferidas? Dos en especial: "El flamear de los pañuelos" y "Arremángate el vestido".

Aladín sigue comandando la fiesta. Y empiezan los acordes de una nueva cueca. "Si la gente conociera la ‘chilena' no dejarían nunca de bailarla", lanza Cuadra mientras se levanta para seguir zapateando en la "cancha" del Huaso Enrique.

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