Cada cierto tiempo, la política resiente la necesidad de rodearse de mitos y creencias, con el fin de explicar coincidencias, rarezas, singularidades. El grupo München, del nombre de un restaurante en el que variopintos de la Concertación se juntaban a cenar y conversar ante la vista de todos, es un ejemplo de una larga mitología política de grupos y camarillas poderosas (desde el "circulo de hierro" al "círculo de alambre") que buscan reproducir la creencia de que buena parte de la verdad de la política pasa por ellos.

Con la llegada a Interior de Mario Fernández, este grupo ha vuelto a ganar actualidad. ¿Tendrá algo que ver, se preguntan los periodistas, en la exitosa carrera política de muchos de sus integrantes? ¿Qué puede tener de virtuoso este grupo? ¿Son realmente influyentes estos "cenadores" (parafraseando a "La cueva del Senado y los 45 senadores" de Lira Massi) o es el destino exitoso de sus miembros el que le inyecta mitología y leyenda?

La respuesta es no: no es importante el grupo München.

En él coexisten políticos que dejaron de serlo, políticos en el umbral biológico del retiro de la vida pública y un puñado de políticos en ejercicio. Es decir, un conjunto heterogéneo de políticos-que-alguna-vez-fueron-poderosos, y a los que hoy une cierta nostalgia y una preocupación por el destino de la centroizquierda.

Para asentar la relevancia de Mario Fernández no es necesario solicitar la existencia de un grupo. La política, a veces, necesita alimentarse de cuentos de hadas y mitologías, con el fin de entender lo que —extrañamente— resulta incomprensible. El grupo München es precisamente eso: elfos, cuya vida es por definición larga, a veces inmortal y, según Wikipedia, "con poderes de vida".

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El grupo es un fiel exponente y defensor de la existencia del eje PS-DC, porque estiman que es el único pacto que da estabilidad al sistema.

El jueves de la semana pasada, Mario Fernández —de vacaciones en Chile por esos días— llegó al Café Torres de Isidora Goyenechea para cenar con sus amigos del grupo München, con quienes come hace más de 23 años. Cuando entró al recinto el ánimo era más festivo que lo habitual. El grupo quería festejar al "Peta" por su sorpresiva designación el día anterior como nuevo ministro del Interior de Bachelet.

Los comensales tenían motivos para celebrar: aunque el miércoles uno de los suyos, Jorge Burgos, había resuelto renunciar al cargo, su lugar fue ocupado por otro de sus miembros.

Según las recopilaciones más confiables, los amigos se juntar a cenar desde 1993. En total suman 15, aunque algunos de ellos entran y salen del grupo cuando parten a vivir al extranjero.

Todos son figuras de la DC y el PS, y han tenido entre sus miembros a cinco ministros del Interior —Carlos Figueroa, José Miguel Insulza, Edmundo Pérez Yoma, Burgos y Fernández—, además de varios subsecretarios y embajadores.

En su mayoría también ayudaron a fundar la Concertación y se identifican con lo que se conoció como el "partido transversal". Y pese a que muchos de ellos ya no están en la primera línea de la política, el grupo sigue reuniéndose semanalmente para debatir sobre la contingencia política, pero también para reírse, muchas veces de ellos mismos, como confiesan algunos.

Hoy, además, se da la paradoja de que en el mismo club de amigos conviven el nuevo jefe de gabinete de Bachelet y el ex embajador DC Marcelo Rozas, investigado por boletas a SQM, quien hace poco reconoció que fue el nexo entre el ex gerente general de la minera, Patricio Contesse, y los hijos del senador Jorge Pizarro y del diputado Roberto León (ambos DC).

Varios cambios de casa

Según consigna la prensa de la época, las primeras reuniones a cenar se hicieron en pleno gobierno de Aylwin, en 1993. Se juntaban, y lo siguen haciendo, todos los jueves. Comenzaron en el restorán München, ubicado en El Bosque Norte, que dio nombre al grupo. Tras su desaparición, en 2001, se trasladaron al Divertimento (Providencia) y luego al Starnberg (Vitacura). En 2003 aterrizaron en el Centro Vasco, donde se mantuvieron cerca de seis años. Allí, en Vicuña Mackenna 547, comenzaron a ser visitados cada jueves por la prensa. Por ello, resolvieron buscar otro domicilio y se cambiaron a El Paladar. De manera provisoria sus reuniones también pasaron por el Divertimento, hasta que aterrizaron en el Café Torres de Isidora Goyenechea.

Los miembros del grupo nunca hablan en público de sus reuniones. Y en privado siempre han dicho que son de entretención y que, aunque tocan temas políticos, nunca se fraguan acuerdos o se diseñan estrategias.

"Lo que más hacemos es bromear entre nosotros y el que no asiste sufre las consecuencias", decía uno de ellos en el Top Secret de La Segunda ya en 1999.

La selecta lista de amigos la integran el ministro Mario Fernández (DC); el diputado Marcelo Schilling (PS); el director de la Agencia Nacional de Inteligencia, Gustavo Villalobos (PS); el agente de Chile ante La Haya, José Miguel Insulza (PS); el subsecretario de RR.EE., Edgardo Riveros (DC); los embajadores Mariano Fernández (DC) y Ricardo Núñez (PS), además de los ex ministros DC Jorge Burgos, Edmundo Pérez Yoma y Carlos Figueroa. El grupo lo completan Osvaldo Puccio (PS) y los DC Marcelo Rozas, Gutenberg Martínez, Carlos Mladinic y Rodrigo Asenjo, quienes se privatizaron.

El que por años también participó en estas reuniones fue el ex embajador DC Claudio Huepe, quien murió en Caracas el 11 de mayo del 2009.

De la Mesa de Diálogo a las plantillas parlamentarias

Para los parlamentarios que llevan más tiempo en el Congreso, los München nunca han dejado el poder. "En todos estos años ni siquiera han salido de La Moneda", afirma en privado un diputado DC que es amigo de algunos, y que alude así a los cinco ministros del Interior que han tenido.

A varios de ellos les ha tocado liderar procesos de relevancia para el país. Edmundo Pérez Yoma encabezó la conformación de la Mesa de Diálogo, y luego Mario Fernández tomó la posta. José Miguel Insulza enfrentó el arresto de Augusto Pinochet en Londres y tuvo que gestionar su regreso a Chile.

El München también ejerció por años influencia en la conformación de la lista de candidatos a alcaldes y parlamentarios, especialmente cuando Núñez y Martínez estuvieron al frente de sus respectivos partidos. Y es que este grupo es un fiel exponente y defensor de la existencia del eje PS-DC, porque estiman que es el único pacto que da estabilidad al sistema.

La afirmación del ex ministro Burgos a T13 el fin de semana recién pasado refleja esta visión que comparten. "Yo soy un tipo que más bien vengo del centro de la Concertación, mis características son más bien la moderación, la prudencia", dijo.

Hoy, además, muchos de quienes conviven dentro de esta cofradía se declaran partidarios del ex Presidente Lagos en una eventual definición presidencial.

Malas copias

Mito o realidad, son varios los dirigentes políticos que han querido emular la influencia de los München. En el primer gobierno de Bachelet, el entonces ministro de Hacienda, Andrés Velasco, intentó influir a través de Expansiva. Y aunque a fines de la primera administración bacheletista el centro desapareció, en sus inicios varios de sus exponentes estaban en cargos de relevancia, como Eduardo Bitran, Vivianne Blanlot, Marcelo Tokman y Karen Poniachik.

El laguismo también intentó conformar un grupo que se reuniera de manera habitual. Cuando el ex Presidente dejó La Moneda, los ex ministros Eduardo Dockendorff (DC), Nicolás Eyzaguirre (PPD) y Osvaldo Puccio (PS), además del ex asesor Ernesto Ottone, empezaron a cenar todas las semanas. Uno de los lugares elegidos fue el restaurante Lili Marleen, irónicamente uno de los lugares favoritos de Pinochet para ir a comer. La iniciativa duró poco, pues prontamente algunos de sus integrantes se privatizaron y se fueron de Chile: Eyzaguirre asumió un cargo en el FMI y Puccio (también München) ingresó a trabajar a una empresa española.

Desde 1990

Los que pasaron por La Moneda

Desde inicios de los gobiernos de la transición, el grupo München ha tenido uno de sus filas en La Moneda. Carlos Figueroa (DC) acompañó a Eduardo Frei en Interior, lo mismo que Carlos Mladinic (DC) en Segpres. José Miguel Insulza (PS) fue Canciller y Segpres de Frei, y jefe de gabinete de Ricardo Lagos.

Edmundo Pérez Yoma (DC) asumió como jefe de gabinete en la primera administración de Bachelet, quien en su segundo gobierno fichó otra vez a los München: Jorge Burgos estuvo más de un año en Interior y ahora lo reemplazó Fernández.

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Crédito IMG

El grupo München muestra, como en un ejemplo de manual, de qué forma la comensalidad, el hábito de comer y beber en grupo, aunque alterado a veces por la enfermedad, los índices de glicemia o el peligro cardiovascular de algunos de sus miembros, pueden tener indudable significación política, esto es, incidir en la toma y distribución del poder.

La mesa, en todas las sociedades, es un ámbito en el que se mezclan los compromisos y los afectos con la memoria gustativa y el recuerdo de los sabores. Para comprender de qué forma la mesa del München debe cumplir la función de amalgamar compromisos y lealtades de índole política, basta reparar en lo que cualquiera siente al recordar el comedor de la infancia: ¿acaso ese comedor no ata la memoria de los roles y los compromisos familiares, con la fortaleza de los sentidos y los sabores? Algo análogo debe ocurrir después de tantos años con esta otra mesa, la del München, ya muy lejana de la infancia y de los roles familiares, pero muy cercana a la distribución del Estado y del poder.

El fenómeno no debe sorprender demasiado. La creencia de que el poder del Estado se distribuye sólo en los circuitos institucionales, es demasiado simple. ¿No enseñaba Antonio Cortés Terzi que había un circuito extrainstitucional del poder? En todas las sociedades el poder se principia a distribuir en la escuela, en los círculos deportivos, los clubes, los ritos religiosos, los grupos adscriptivos. Las prácticas comensales cumplen también ese tipo de funciones: cohesionan a los miembros del grupo en una estela de memoria y sabores compartidos, favorecen el intercambio, el juego de toma y daca, y por esa vía inciden en la distribución del poder.

Así no debe ser casualidad que tanto el ex ministro Burgos, como el ministro Fernández compartieran esa mesa (y el Estado) durante décadas y que, a la vez, el segundo haya sucedido al primero, un católico de cultura opus dei a otro de cultura ignaciana y que los asistentes hayan dispuesto en diversos momentos de retazos del poder estatal. No se trata de tráfico de influencias ni nada semejante, se trata de la natural confianza que se produce entre quienes, por tantos años y en medio de tantos avatares, comparten la misma mesa. Esa confianza es un poderoso recurso político, sin embargo, un recurso incluso superior al formal. ¿Posee entonces el grupo München además de un menú culinario algún programa de índole política? En él deben discutirse problemas políticos, desde luego, pero es probable que no exista un programa político explícito: la gracia de la comensalidad son las lealtades férreas que producen y hacen predecible que ninguno de los que semanalmente bebe y come hasta chuparse los dedos, quedará, llegado el momento, solo. Es raro, pero es así. A veces la estructura formal del Estado posee como sombra suya los secretos de un comedor.

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