Me dediqué a aprender (de él), y nunca le discutí la paternidad de un proyecto. Sólo me metía para introducir a los proyectos modalidades de vida que a él le costaba entender"

Al ser arquitecto y haber trabajado con él los últimos 10 años, es difícil que te desliguen de esa herencia"

El arquitecto Cristián Castillo Echeverría (68) extiende el plano en su pequeño escritorio, y comienza a explicar: serán 430 departamentos de 62 metros cuadrados ubicados en el terreno de la ex maestranza de ferrocarriles San Eugenio, en la calle Exposición de Estación Central. Tendrán varias plazas internas y un paseo peatonal que cruzará todo el proyecto.

Si bien se trata de viviendas sociales, Castillo dice que la idea "es que se vea como una ‘Comunidad Castillo Velasco'", los míticos condominios construidos por su padre, Fernando, durante los 80 y 90 en varios puntos de Santiago, y donde vivieron personajes como el ex Presidente Ricardo Lagos, el ministro Nicolás Eyzaguirre, el senador Guido Girardi o el ex ministro José Joaquín Brunner.

"Ese proyecto en Estación Central fue una de las últimas cosas en las que el papá metió mano antes de su muerte", explica, recordando que en poco más de un mes (18 de julio) se conmemoran tres años del fallecimiento de su progenitor.

Por cierto, Castillo no habla solo desde el cariño del hijo, sino también desde el orgullo de ser heredero del legado de uno de los íconos de la arquitectura chilena del siglo XX.

Es esa legitimidad la que pone sobre la mesa para criticar las trabas que ha tenido la construcción de este proyecto, que comenzará en febrero de 2017.

"Hay cosas increíbles: cuando vimos los servicios del gas, por ejemplo, fuimos a hablar con Metrogás para ver si les interesaba el proyecto. Dijeron que sí. Pero cuando se lo planteamos al Serviu, nos dijeron ‘no, no, no. La vivienda social es con balones de gas, porque la gente no paga la cuenta'. Se transformó en una gran discusión, pero terminaron aceptando, y éste va a ser el primer proyecto de vivienda social donde el gas va a llegar por cañería", dice.

Y agrega: "Tienen el criterio (en el Serviu) de que el pobre no tiene derecho a que el gas le llegue directo a la cocina".

El socio

Fue en 2003 —tras un exilio de 28 años que incluyó Cambridge, París y Caracas— que Cristián Castillo le propuso a su padre ser socios en una oficina de arquitectura.

"El estaba terminando su período como alcalde de La Reina y había tomado la decisión de no repostular. Así que le dije ‘bueno, hagamos comunidades', y me respondió ‘no, yo creo que la gente no las entiende, va a ser muy difícil'. ‘Pero probemos', le insistí. Buscamos un terreno chiquitito acá en La Reina, diseñamos cinco casas, y en un mes las teníamos todas vendidas. Fue bien impresionante; los compradores eran parejas de entre 30 y 40 años que querían criar a sus hijos en comunidad", explica.

—¿Es difícil lidiar con su herencia?

—No es fácil. Uno, porque no está, y no podemos asimilar la experiencia y la mirada que él tenía sobre la ciudad y la arquitectura. Por otro lado, ahora tenemos la responsabilidad de responder a esa mirada, porque desgraciadamente al ser yo arquitecto, al haber trabajado con él los últimos 10 años, sale difícil que te desliguen de esa herencia. Hay una responsabilidad de hacer una arquitectura que responda a los criterios que él defendía.

—Hace tres años, en una entrevista, dijiste que cuando no estaba de acuerdo contigo te decía: "por último, yo soy tu padre". ¿Tenían muchas peleas?

—Sí, él tenía un sentido muy fuerte de su arquitectura. Una vez nos encargaron un strip center aquí en La Reina; entonces el papá me dice "bueno, vamos a hacer un concurso interno para decidir cómo lo hacemos". Trajimos cada uno su diseño, y cuando veo que mi opción empieza a ganar y observo que el papá se empieza a echar para atrás en su silla, y me dice "está bien, vamos a hacer la suya, pero hágala usted no más". Le costaba mucho participar en el desarrollo de las ideas de otros. Yo tomé una decisión: me dediqué a aprender, y nunca le discutí la paternidad de un proyecto. Sólo me metía para introducirle modalidades de vida que a él le costaba entender.

El baño de visitas

Con una sonrisa, que luego se transforma en carcajada, Castillo recuerda un par de anécdotas: "Al papá le costó mucho aprender lo que era un baño de visitas. No había manera. Hoy el baño de visitas está en la mentalidad del chileno. La mujer no quiere que los amigos del marido se metan en el baño familiar, pero el papá lo consideraba una cosa absurda, una pérdida de tiempo".

Sigue: "Lo otro que costó mucho entender era el concepto de cocina integrada. Mi papá jamás entró a una cocina, por lo tanto entender la necesidad de un tamaño que les permitiera a los propietarios vivirla con los amigos, que unos cocinen y otros se tomen una cerveza, o que el comedor fuera parte de esa cocina, puf... le costó un mundo".

—Su padre combinó una fuerte vocación social con el diseño de proyectos que no eran baratos.

—Ahora no son baratos. Los proyectos que yo hago son caros. Pero los proyectos que el papá hizo en los 80 o 90 eran súper baratos. De ahí surge esa famosa tradición de que las casas Castillo Velasco se llueven todas. Los recursos eran limitados y la calidad de la construcción no era la mejor. Hoy hay mejor tecnología, y tenemos una constructora. Claro, ahora las casas no se llueven... pero las entregamos tarde.

Castillo termina, y vuelve a reír.

Caso SQM:

"Lo de Ominami es horroroso"

—Usted fue militante del MIR. ¿Qué le parece que Marco Enríquez-Ominami, el hijo de su fundador, esté involucrado en el caso SQM, empresa ligada a Julio Ponce, ex yerno de Pinochet?

—Horroroso lo encuentro. Pero más horroroso encuentro que Carlos Ominami le haya recibido platas. Ominami fue militante del MIR. Porque, por último, Marco Enríquez es un cabro de ahora con las ambiciones y miradas que hoy tienen los políticos, pero Ominami no. El es un hombre que se formó con nosotros, militante muchos años, que estuvo en el exilio. No tenía derecho a hacer lo que hizo, ni siquiera a sentarse con Ponce Lerou, y menos a pedirle plata.

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