Colliguay se define por su salvajismo casi virginal y Los Perales por sus parronales".

Bueno es el otoño para recorrer colinas con viñedos y uno que otro peral. Sobre el tapiz verde nacido tras las lluvias, contrasta violento el ocre brillante de las parras y perales, que ya entregaron su fruto.

Existen lugares que se pintan solos. Un ocre aquí, un dorado allá… Esto sucede entre Casablanca y Quilpué, por ese camino señalizado como Lo Orozco y que durante 32 kilómetros no se resiste a la vocación pintora del otoño.

Dos enclaves dan fama a este valle: Los Perales y Colliguay, que desprendido del camino principal, sube largo por la orilla de un estero hacia el este, develando sorpresas botánicas, antiguas casas de inquilinos, y sobre todo, señalando lejanías geográficas y curiosidades históricas. Cuentan que esta quebrada del Colliguay sirvió de escondite a muchos españoles que huyeron tras la Batalla de Maipú (1818).

Los viñedos

Si Colliguay se define por su salvajismo casi virginal, Los Perales, por sus parronales. En tiempos coloniales el valle perteneció a la familia Riesco y desde 1851 la congregación de los Sagrados Corazones compró las hijuelas llamadas Los Coligües, la Retuca y constituyeron el fundo Los Perales. Sobre 45 hectáreas de terreno regado, 25 de viñedos y 740 de bosques, armaron un mundo casi monacal.

La vocación pía del lugar, en propiedad de los curas franceses, cobijará una Casa de Formación desde 1890, un Noviciado en 1923 y un Escolasticado, entre 1930 y 1965. Lo más imperecedero de esta herencia ha sido la viña, sus bodegas y la capilla romántica (1900). Las dos primeras perduran en manos de la actual Viña Los Perales, y la otra es Monumento Histórico (2008) después de haber estado en desuso desde 1965 y ahora restaurada.

La primera cosecha de la viña fue en 1873. La cepa original es la Muscat Frontignan con la que se fabricó un "vino añejo" dulce, que habría llegado hasta el Vaticano. Felizmente, esta cepa se mantiene hasta hoy en 4 hectáreas que se reservaron como homenaje a esos tiempos.

Refrescante arroyo

Casi contigua a la entrada a Los Perales (en La Retuca), está el camino que lleva al Colliguay y al infinito, pues nunca se llega a su término. Antes de entrar se unen tres quebradas boscosas que llevan a los esteros Copihues, Fulero y Carrizo que, juntos, hacen el famoso Estero de Marga Marga que desemboca en Viña del Mar.

Subiendo, hay que mantener baja la velocidad. Da pudor inquietar la paz de los huertos, las casas, el almuerzo familiar. De vez en cuando, entre la oscura vegetación esclerófila de quillayes, molles, boldos, asoma vertical un álamo o un peral. El camino desciende hasta el nivel del arroyo y se oscurece. Estamos llegando a la Poza Larga de El Molino, un ensanche del arroyo, arbolado. Desde aquí, comienza el caserío y, alucinados, descubrimos la plaza, de suelo musgoso, que luce como si nunca hubiese sido caminada.

Producción local

Cerveza Gran Toro

En la Feria de Artesanos y Productores, una enigmática jovencita toca unos cuencos de Nepal que producen vibraciones mientras se vende "miel de monte", esa de flores de espino y quillayes, líquida y ambarina. También panes, huevos, mermeladas, producidos entre Las Jarillas, El Molino y Las Canales. En un corredor del almacén El Turquito, los Amador no defraudan con su chicha, sus empanadas de horno, ni menos, con su cerveza Gran Toro, contraparte moderna a la mistela o a los antiguos tragos que han hecho el orgullo de los huasos que allí beben. Nos dicen que el valle no termina, que más allá están Los Yuyos; que se puede conectar con el Hierro Viejo, hacia Carén, hacia Lepe, hacia Curacaví…

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