Se pasó la parafernalia del evento". Alfonso Palacios, de Viña Undurraga

Los novios irrumpieron en la alfombra roja del Hotel W con las manos tomadas y los fotógrafos los inmortalizaron con 32 flashes emocionados. El novio, Benjamín, venía con una risotada y la camisa abierta; la novia, la China, venía con un vestido recatado y una cara felina.

—¡La media mujer! —gritó un reportero subjetivo. Y los presentes, los periodistas y los glamorosos, le miraron la cintura de caricatura. Es la novia del siglo 21: su cintura tiene la longitud de un iPhone y su cadera la de un notebook. Su dentadura sobresale perfecta en Instagram.

—Visto una chaqueta —dijo Benjamín ante la avalancha de preguntas sobre su aspecto.

—Este vestido me queda cómodo —dijo la China ante la avalancha de preguntas sobre su aspecto.

El novio dio detalles de su peinado. Al parecer un profesional le sugirió un remolino. China aludió al color de sus zapatos y a la forma con que pintó los pómulos. El novio se refirió luego a su combinación de colores. Y China teorizó sobre el escote de su vestido. La tensión era enorme: resultaba evidente que en la avant première de "El hilo rojo" —que se estrena mañana en Chile (ver crítica pág. 26) se vivía un momento crucial para la industria del vestuario. Cada prenda usada con carisma podría fundamentar una nueva tendencia.

—¡Son bellísimos! —chilló un liberal.

—¡Tienen algo mágico! —apoyó otro, estremecido.

La prensa, maravillada por el sentimentalismo, exigió un beso público a los novios. Cincuenta adultos deformados, profesionales con la camisa fuera del pantalón, padres de familia con deudas y estrés, gritaron con los ojos brillosos:

—¡Beso! ¡Beso! ¡Beso!

La pareja sólo reía estática.

El resto

Antes que los novios, pasaron por la alfombra las estrellas del montón. Actrices de reparto, bandos medios de empresas auspiciadoras, hombres de edad con pantalones verdes, anónimos con gel y ex alumnos del Manquehue luciendo patillas.

—¿Usted era compañero de colegio de Benjamín? —preguntamos a un rubio.

—Sí. Buen cabro —anunció el manquehuino y arrancó.

—¿Por qué la película se llama El hilo rojo? —preguntó un notero.

—Alusión al colaless —soltó un camarógrafo agotado.

Ingrid Isensee, por su parte, dijo que Benjamín era lo máximo. El brand manager de Viña Undurraga, Alfonso Palacios, reveló que "se pasó la parafernalia del evento". Mario Azócar, empresario, tildado como el Andy Warhol del trasnoche, aseguró que conoce desde niño al novio y lo calificó como "un crack". ¿Vio a la China? "Una mujer tremenda", sinceró Mario. ¿Notó amor entre ambos? "Mucha magia", dijo Mario. Y Mario respiró, realmente conmovido, y lanzó: "La China me recuerda a la Pampita de hace diez años". ¿Cuál es más deslumbrante? "Creo que la China". Mario, dijimos con todo respeto, ¿Benjamín es, en efecto, un semental? "No tengo idea. A mí al menos nunca me ha tocado", y se perdió entre las cámaras. Todos dicen que el actor está feliz. Tiene una mirada transparente, está con cara de seductor renovado.

—Ellos llevaron a escena lo que sienten —aseguró la directora de la película, Daniela Goggi.

—¿Considera que hubo fuego en las escena eróticas? —preguntamos simulando el morbo.

—Na. Había 32 mirando. Es como tener sexo delante de la mamá.

Ellos

De pronto, tras sucesivos empujones, teníamos al frente al galán. Notamos que en realidad tiene muecas de amante alucinado. Benjamín dijo que está orgulloso de la película y que fue un respiro. ¿Dónde se ve más enamorado, en pantalla o fuera de ella? "Las escenas capturan la química de los personajes", repitió. De 1 a 10, ¿en qué número está su estado anímico? "Es un momento pleno", añadió de memoria. Y los guardias lo sacaron de un brazo.

—Y usted, China, ¿cree que el motorhome fue un estupendo logro de márketing?

—La película se sostiene por lo que es.

—Dicen que ha sido el mejor papel de su vida —especulamos sin ningún argumento.

—Estoy muy agradecida —y salió disparada rumbo a otros halagos.

Las estrellas se dieron otra vez la mano, emitieron una carcajada para publicidad y dieron las gracias. Parecía que los novios se iban a dirigir al altar. Lo cierto es que fueron a tomar asiento para mirar en pantalla su propia historia. Y la prensa, en soledad, se quedó suspirando.

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