Yo no hablo del tema (caso Penta). Mi único rol aquí es apoyar a mis chiquillos", dice sobre sus 3 hijos con Carlos Eugenio Lavín.

"Estoy vieja de más —dice—. Y como pasa que, de repente, la gente vieja se muere, sentí que era necesario responder quiénes somos antes de morirme".

La escritora y periodista Elizabeth Subercaseaux (71) siempre ha sido una adelantada. Por eso, mientras presenta su nueva novela, "La pasión de Brahms", que sigue el ritmo de la anterior, "La música para Clara" -basada en la historia de su tatarabuela, hija de Schumann, el célebre músico del romanticismo alemán-, ya tiene más de 400 páginas escritas de su próximo libro: la historia de Chile entre 1802 y 1891. Un novelón de más de 600, en las que desfilarán todos los próceres y protagonistas del siglo 19.

"Ahí verás quién era, por ejemplo, Bernardo O´Higgins, un agricultor, lleno de dudas, impuesto como dictador por José de San Martín, quien es nuestro verdadero padre de la Patria, aunque nos pese y nuestro nacionalismo haya tratado siempre de ocultarlo. San Martín puso a O´Higgins en el puesto y lo vigiló durante un año para que no cayera en la tentación de traerse a un príncipe de Inglaterra para imponer una monarquía. ¡Es que nuestros libertadores eran todos monárquicos, salvo San Martín! ¡A nosotros nos faltó nuestra Revolución Francesa! Nuestra Guerra por la Independencia no se produjo por amor a la libertad, sino porque las colonias quedaron acéfalas con la invasión de Napoleón a España y la prisión del rey Fernando VII".

—¿Y cuál será la tesis del libro?

—No tengo ninguna, salvo la demostración empírica de que entre el siglo 19 y el 21 no hemos cambiado nada. Somos igual de clasistas y hay entre 6 y 7 familias que son dueñas de todo el país. Antes no eran dueños de los bancos, las AFP o el retail, sino propietarios de la tierra y luego de las minas, y quienes no pertenecían a la elite eran "el ganado humano". Así los llamaban. En Chile tenemos una tendencia terrible hacia la antidemocracia. Y eso se ve en que cuando alguien busca hacer reformas radicales frente a cuestiones que les pueden afectar el bolsillo a los dueños del país, los argumentos conservadores son más o menos los mismos del siglo 19.

Su ex y el caso Penta

Instalada desde hace 26 años en Pensilvania -vive a unos 20 minutos de la ciudad de Filadelfia-, los mismos que lleva casada en segundas nupcias con el profesor estadounidense de literatura hispanoamericana John J. Hassett, la escritora pasa 4 meses por año en Chile. Viene los marzos y los abriles y luego los octubres y los noviembres. Eso le permite "mirar el país con más objetividad. No tener involucrada la pasión en el día a día y observar mejor lo que sucede, empezando con que Chile está viviendo una especie de revival de la Guerra Fría que no se ve en ningún otro país del mundo".

Elizabeth Subercaseaux tiene 3 hijos con el empresario Carlos Eugenio Lavín, socio y fundador del holding Penta, quien actualmente enfrenta cargos formales por delitos tributarios y soborno. Junto a Carlos Alberto Délano, Lavín se ha convertido en la cara del financiamiento irregular de la política por "boletas ideológicamente falsas" frente a la opinión pública. Lavín fue su primer marido, estuvieron casados 7 años y Elizabeth se niega a referirse al caso. Hace muchos años que no tienen nada que ver, dice, pero a ella le duele el dolor de sus hijos, como nos comentó hace unos meses. Y ahora nos recalca: "Yo no hablo del tema. Mi único rol aquí es apoyar a mis chiquillos". Son dos mujeres: una sicóloga y una diseñadora, y un hombre. "Carlos Lavín, que es economista, aunque en realidad es comunicador. Y ahora está apoyando a su padre en sus empresas", dice, midiendo sus palabras.

Cuando ha hablado en general sobre los escándalos económicos y políticos de los últimos meses, ha dicho que le impresiona "cómo se barre el piso con las personas", incluyendo en ese trato a alguien tan impopular como Sebastián Dávalos, con el que ha dicho se han cruzado todos los límites. También ha dicho que, pese a la admiración que siente por el talante de "alumna de nota 7 de Michelle Bachelet", de quien escribió una biografía en conjunto con su amiga Malú Sierra, "su segunda postulación a la Presidencia, le pareció el error más grande de su vida".

El clasismo chileno

"Es difícil encontrar en Estados Unidos un piano que tenga ese sonido como de mar de los pianos europeos, pero yo me compré uno y toco todos los días", dice Elizabeth, quien empezó a tomar clases de piano hace 4 años, después de lanzarse a escribir sobre su tatarabuela y sus famosos padres, Robert Schumann y Clara Wieck. Ahora toca razonablemente bien.

Terminada "La música para Clara", empezó a novelar la vida de Brahms, enamorado de la música y de Clara, la mujer de Schumann. Sus clases de piano siguieron siendo un insumo fundamental, lo mismo que los viajes a Viena y la lectura de todo el material existente sobre el músico. También se puso a estudiar alemán.

"Clara quedó viuda de Schumann con 7 hijos, era 14 años mayor que Brahms y sabía que hacerse pareja de él sería fregarle la carrera y la vida. Por eso no dio el paso. Era además muy conservadora, privilegiaba el arte y la música. Fueron un trío muy interesante y los dos hombres eran tremendamente atractivos. Brahms era bello; googléalo".

—¿Bello a lo Brad Pitt?

—No sé. Mejor, yo creo. Con más densidad, con mucha vida en la cara.

Hace un año, para abordar el siglo 19 en Chile, llenó un baúl con cincuenta libros y se lo llevó a Pensilvania. Iban ahí dentro Barros Arana, Vicuña Mackenna, Eyzaguirre, don Pancho Encina, los clásicos. "Todos historiadores muy clasistas, ciertamente. He leído mucho también a los actuales. A Bengoa, a Gabriel Salazar, que me hizo un gran regalo, el descubrimiento del general Ramón Freire", dice.

Su próximo libro será "novela histórica y absolutamente documentada. Aspiro con este libro a responder por qué somos como somos, partiendo de la certeza de que somos unos clasistas tremendos".

—¿No entra en tus planes volver a vivir a Chile?

—No. La calidad de vida que tengo en Estados Unidos no la podría tener acá, partiendo por el seguro de salud. Acá no me podría enfermar.

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