Tengo clara mi vocación, el llamado a escribir, por eso mismo es que para mí es una actividad que me encandila".

A mí me catalogan como cuentista, pero yo me siento mejor escribiendo novelas".

Enrique Délano, Poli, como lo bautizó el Nobel Pablo Neruda, nos recibe en su departamento de Ricardo Lyon, lugar al que llegó a vivir hace unos tres años, luego de vender la gran casa de sus padres que estaba ubicada en la calle Valencia, en Ñuñoa, allí una constructora levantó un edificio, "pero dejó las grandes palmeras, que no las sacaron", enfatiza. Hasta acá trasladó parte de los muebles, cuadros, esculturas y recuerdos de los innumerables viajes que realizó solo o junto a sus padres, el diplomático Luis Enrique Délano y la fotógrafa Lola Falcón. De esos viajes atesora un burrito de cuero traído de Suecia, unas sillas hechas por un artesano chileno en Francia, entre otros muchos recuerdos.

Poli acaba de cumplir 80 años el mes pasado y la editorial Ceibo, junto a sus amigos y escritores, le realizaron un homenaje a este autor que ha publicado más de 30 libros, entre novelas y cuentos, para adultos y niños. Y ahora se prepara para lanzar el próximo mes una nueva novela, de la cual adelanta el nombre y la temática.

Generación del 50

—Ha dicho que escribe desde la vivencia y la experiencia personal, ¿qué de eso hay en su última novela "La broma de una mantis religiosa"?

—Siempre hay personajes que están basados en personas conocidas, no me identifico yo con ninguno de los personajes de este libro, pero sí con personajes míos de otros libros, una especie de alter ego. Luego, hay lugares donde yo me muevo, como el bar Hemingway, donde va Lorena, la protagonista, a cazar muchachos de noche, a ese bar voy mucho, hace años, desde que tenía la otra casa en la calle Valencia. Suelo ir mucho con mi mujer, dos o tres veces a la semana. Hay varios lugares de Ñuñoa que aparecen. En general, son experiencias que he conocido, algunas personalmente, o de otras persona. Y un tema que recurro mucho es el amor y el desamor.

—Está trabajando en una nueva novela que será publicada este año, ¿cuál es la temática esta vez, seguirá con lo policial?

—Es una novela más social, más política, de mi generación del 50. Entonces los personajes ahí son personas que he conocido, están con los nombres cambiados, salvo el poeta Jorge Teillier, porque el libro está lleno de versos de él, también sale con su nombre Rubén Azócar, que fue maestro de Teillier y mío y de otros personajes de la novela. Todos éramos jóvenes en esa época.

—¿Tiene nombre el nuevo libro?

—Sí, se va llamar "Un ángel de abrigo azul". El personaje protagónico es femenino, que lleva un diario de vida desde los 12 años y va narrando muchas cosas. Y así salen cosas puntuales de la época, como lo ocurrido el 2 de abril de 1957, cuando tuvimos las primeras jornadas de protestas, ocurren las primeras tomas de terreno ilegales, nacen las poblaciones callampas, y la novela termina con el terremoto del año 60. Hay personajes que son muy importantes en la historia de Chile, como el músico Roberto Falabella. Allí yo soy un personaje también.

—¿Qué es lo que destaca de esa generación?

—Bueno, en el ámbito en que yo me desenvolví, que era el Pedagógico, la casa de Roberto Falabella, que era un músico inválido, era muy talentoso, le decían el Mozart chileno, y en esa casa nos juntábamos todos los jóvenes escritores y artistas de Ñuñoa, ligados al Pedagógico, era una casa generosa, donde siempre había vino, cariño, música y tertulia. Hay una visión de esa década que fue muy importante, se intensificó la reforma universitaria, por ejemplo.

—Ha escrito cuentos y novelas, ¿con cuál de los dos géneros se identifica más?

—A mí me catalogan como cuentista, pero yo me siento mejor escribiendo novelas, porque vivo más tiempo con los personajes

—De los países que ha visitado y en los que ha vivido como México o Estados Unidos, ¿qué de ellos se reflejan en sus libros?

—Nueva York por ejemplo sale en varios de mis libros, además escribí un libro de memorias que se llama "Memorias neoyorquinas". En China viví dos años, el 60 y 61, así que también hay algunos cuentos donde aparece Hong Kong. México sobre todo, de México escribí una novela entera. En general de todas las partes en que he estado por ahí aparecen en mis novelas, Africa, safaris, el Kilimanjaro, Suecia también.

Escritor feliz

—Se ha declarado un escritor feliz, ¿sigue siéndolo?

—Sí, porque yo disfruto escribiendo, hay muchos escritores que dicen que cuando escriben sufren, pero si yo sufriera no escribiría porque no soy masoquista. Tengo clara mi vocación, el llamado a escribir, por eso mismo es que para mí es una actividad que me encandila, me gusta mucho. Si no recibiera algún pago por escribir, ¡pagaría por escribir!

—El mes pasado cumplió 80 años, y en una entrevista años atrás dijo que le gustaría vivir 500 años, ¿hoy piensa lo mismo?

—Ya no (ríe).

—¿Por qué?

—Cuando dije eso todavía era un hombre joven, vitalizado, móvil, viajero, nómade, nadador, y en la medida que va pasando el tiempo uno va perdiendo todas esas actividades que son también cualidades en la vida, entonces cada vez van siendo más limitadas las acciones.

—Sigue haciendo clases en talleres literarios, ¿qué es lo que más valora de los nuevos escritores?

—A mí me gusta que sean escritores modestos y que estén dispuestos a aprender, que entiendan que la función de un taller no es hacerlos escritores, un taller no hace un escritor, pero los talleres enseñan a escribir mejor. Hay quienes no tienen modestia para que les indiquen cómo mejorar el estilo. Me gusta la actitud modesta en este oficio.

—Ha ganado varios premios, como el Casa de Las Américas, Municipal de Santiago. En 2014 la U. Central lo postuló al Premio Nacional de Literatura, ¿siente que este premio le ha sido esquivo?

—Los premios no hacen tampoco a un escritor, no le agregan calidad, le agregan algún billete, y le agregan prestigio, publicidad, pero no le da la gloria ni el (Premio) Nobel, cuántos premios Nobel hay que están completamente olvidados, que no los lee nadie. El premio no me interesa per se, como una medalla. Me interesa por los beneficios que puede traer: publicidad y billete.

Balneario

Amor por Cartagena

Poli Délano es un declarado amante de Cartagena, más que cualquier otro lugar. En 1956 sus padres compraron la casa de veraneo que aún conserva y la cual fue modificando con los años. "Mis padres se fueron a vivir a Cartagena cuando yo tenía 20 años, yo iba los fines de semanas y algunas temporadas. Mi hija Bárbara (fallecida en el accidente de Aeroperú en 1996) también vivió allá, cerca de ocho meses", comenta el escritor y destaca que durante este mes se inaugurará, en la comuna, una plaza con el nombre de Bárbara Délano. "Voy a hacer lo posible por ir a la inauguración", afirma.

—Ud. fue uno de los fundadores de la Sociedad de Amantes de Cartagena…

—Junto con José Miguel Zambrano. La idea fue de él, nació en Inglaterra, una vez que nos encontramos allá, luego de que yo ya había regresado de mi exilio en 1984. Hice un viaje a Europa y pasé por Inglaterra y ahí me encontré con José Miguel Zambrano y allí sentamos las bases de la Sociedad de Amantes de Cartagena. El era de Cartagena, nació allá, se crió allá, su padre era un buzo y él amaba ese lugar más que nada, y en lo que coincidimos es que el exilio nuestro, era un exilio de Cartagena. Durante mi exilio en México, en los talleres literarios que yo hacía allá les hablaba mucho a mis alumnos de Cartagena y ellos empezaron a escribir cuentos sobre este lugar sin conocerlo, sólo por lo que yo les hablaba de este lugar.

—¿Y qué pasó? ¿Se acabó el amor?

—No, me sigue gustando más que nada, pero también yo estoy con menos movilidad, entonces voy menos, no paso grandes temporadas y mi barrio y mi casa son terrenos peligrosos para movilizarme, pero sigo yendo.

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