De niños con Chang jugaban Metrópolis. Era él quien siempre ganaba las partidas.

En el Instituto Hebreo, Nicole era una buena vendedora: si a alguien le gustaban sus pantalones, se los ofrecía.

"Tú, que eres la mejor vendedora del mundo, vente a trabajar conmigo".

Aunque se conocían desde que eran niños, fue en el año 2010 que Alberto Chang Rajii se percató de que su amiga Nicole Soumastre Dreiman sería una gran ejecutiva para su proyecto de internacionalizar las inversiones de su empresa. Por esos días, Chang necesitaba urgente contar con captadores de inversionistas y la atractiva personalidad de Nicole le pareció que sería clave en sus planes de crecimiento.

No se equivocó cuando la invitó a trabajar con él: en seis años, el equipo comandando por Soumastre logró sumar cerca de mil inversionistas que hicieron crecer en forma veloz el capital que, supuestamente, movía Arcano entre empresas innovadoras.

De niños, Alberto (42) y Nicole (41) eran como hermanos: sus madres habían sido compañeras en el colegio San Gabriel, y ya adultas eran comadres. Separada del padre de su hijo, Verónica Rajii, hoy en prisión preventiva, pasaba los domingos en la casa de su mejor amiga, Marta Dreiman, en Las Condes.

Chang se transformó en un primo más para los cuatro hermanos Soumastre, quienes lo veían como el niño ideal: el mejor alumno del curso en el San Gabriel y todo lo ordenado que ellos no eran: organizaba las cosas de su dormitorio en cajitas perfectamente puestas en los closets, sin nada que anduviera dando vueltas por ahí.

Alberto, además, no les parecía un niño común. No jugaba con robots ni soldaditos ni andaba en bicicleta. Prefería los juegos de apuestas, estrategia y especulación, en los que, lejos, era el mejor del grupo: era común que llegara a su casa con los tableros de Ataque y Metrópolis, mientras sus madres se entretenían en paralelo con las cartas.

Chang era quien ganaba todas las partidas y Nicole aprendió a jugar con él. Más de 30 años después no sólo se convirtió en su gerenta de confianza, sino también en una mujer cuyo rol analiza la Fiscalía con detención, sobre todo tras la salida del dueño de Arcano rumbo a Malta apenas estalló el escándalo judicial.

Pura actitud

En el Instituto Hebreo Nicole fue una destacada gimnasta olímpica, donde de niña mostró una actitud competitiva. De adolescente ya le gustaban los negocios. Aspiraba a ser independiente y viajar, así es que siempre buscó la forma de tener dinero extra: si a una compañera le gustaban sus pantalones, ella le ofrecía vendérselos. Y cuando tomaba un avión a Estados Unidos con su mamá de vacaciones, compraba ropa para revenderla en Chile.

Una anécdota de ese tiempo grafica su personalidad: en su gira de estudios a Israel, un fin de semana se escapó del campamento con unas amigas y con las tarjetas de crédito de sus padres se alojaron en el Hotel Sheraton después de días de dormir en carpa. Estaban cansadas y se fueron a un spa.

En 1993 entró a Derecho a la Universidad Diego Portales. Allá, con sólo 1 metro y medio de estatura, pero con mucha actitud, se subió al escenario de la primera fiesta de bienvenida a los estudiantes: compitió con candidatas de más de 1.70 y consiguió con holgura ser elegida reina mechona. Abandonó rápidamente la carrera y terminó por titularse de comunicadora social.

Justamente esa actitud y personalidad es la que la catapultó tiempo después como una exitosa vendedora de seguros en Interamericana, donde logró ganar más de $ 3 millones al mes. Un trabajo al que habría llegado más por una urgencia que por motivación: en su entorno se cuenta que debía juntar los $20 millones que perdió en un casino en Punta del Este.

Fue en esa etapa, cuando vendía intangibles, en el 2010, que se encontró laboralmente con Chang: fue el segundo cliente al que le vendió un seguro. Él supo rápidamente vislumbrar su talento y la transformó en su gerenta de confianza.

Ese mismo año Soumastre captó para Chang sólo tres clientes, pero cuando él le informó que había hecho un buen negocio vendiendo la patente de Biocarb, decidió dejar Interamericana y trabajar a tiempo completo con él como jefa del equipo de captación de inversionistas. Partió ganando los mismos $3 millones que en los seguros, pero dado el éxito de las comisiones terminó sus últimos meses con entradas cercanas a los $25 millones al mes.

Punto de quiebre

Hoy Soumastre también forma parte de quienes se arriesgaron con Chang: junto a su marido David Sennerman y a buena parte de su familia pertenecen al listado de los mil inversionistas que apostaron en Arcano: calculan que quedaron dentro de la empresa unos $1.400 millones en total.

La confianza que Soumastre tenía de que Chang respondería a los clientes con su propio dinero, la perdió a mediados de abril. Fue cuando el fiscal Gajardo descubrió que los certificados bancarios que él mostraba para acreditar que tenía un patrimonio personal de US$ 879 millones, eran falsos.

Hasta ese momento, Nicole Soumastre tenía otra visión de Chang. En su entorno insiste en que siempre creyó que el negocio era sólido. Y que él daba muestras de solvencia y buenos contactos porque conocía a ejecutivos de las más importantes empresas innovadoras en el mundo. Por ejemplo, ella misma asistió a una fiesta en Necker Island en la que Chang compartió con Larry Page, uno de los controladores de Google.

Hoy las cosas son distintas. La Fiscalía pidió la extradición de Chang, mientras Soumastre y su marido debieron cambiarse a vivir con sus suegros y arrendar su casa de Lo Barnechea.

Quienes han visto a la ex gerenta desde que estallaron las denuncias, cuentan que ha bajado de peso y que es usual verla hablar por teléfono con algunas de las víctimas del caso (otras se querellaron en su contra) y que, incluso, ha canalizado información al Ministerio Público. De hecho, ella misma aportó los mails de traspasos de dinero que permitieron al fiscal formalizar a Chang por lavado de activos.

Y mientras Soumastre intenta resolver sus problemas judiciales, las leyes la han vuelto a seducir: ha comentado que le gustaría, ahora sí, titularse de abogada y pisar los tribunales. Pero de otra forma.

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