Toda universidad de calidad debe tener gratuidad o becas que aseguren la presencia de personas talentosas de otros sectores socioeconómicos".

Eduardo Silva Arévalo (57) tiene una colección de búhos en su oficina de la rectoría de la Universidad Alberto Hurtado. Es casi lo único que ha cambiado en este lugar habitado por Fernando Montes durante 18 años. El búho es el símbolo de la filosofía, explica, el ave que despierta en la noche y con la distancia es capaz de reflexionar respecto de los acontecimientos. Además, confiesa sonriendo, su equipo de fútbol favorito es la Universidad de Chile. Así es este sacerdote de la Compañía de Jesús, filósofo y ahora rector de la universidad jesuita de Chile.

Su amor por Cerro Navia

"Entré a la Compañía de Jesús a los 20 años. Tengo 37 de jesuita y acabo de cumplir 25 años de sacerdote", cuenta. Su vocación está marcada por los estudios en el colegio San Ignacio ubicado en la calle Alonso de Ovalle. Allí ingresó becado, pues el colegio donde cursó la educación básica, presentaba a sus mejores alumnos al establecimiento confesional. "En el San Ignacio está lleno de jesuitas notables", cuenta, y nombra entre otros a Guillermo Marshall SJ. Tras su egreso entró a estudiar Psicología en la Universidad Católica y, en paralelo, hizo clases de Religión en su colegio. Cuando estaba en tercer año de la carrera y tras hacer una profunda reflexión, se decidió por la vida religiosa. Respecto de la espiritualidad que lo anima dice que "Dios está antes de que tú llegues. Por lo tanto, si Él está en todas partes eso nos hace misioneros y estar en la periferia. Por eso aparecemos como mundanos, no estamos en el centro de la Iglesia. Es fundamental en la Compañía la disponibilidad para partir, tratar de hablar otras lenguas y lenguajes: la filosofía, la geografía, ser sensibles a lo ecológico y a los idiomas que hablan los contemporáneos. Eso nos hace menos atractivos para las personas más conservadoras, dijéramos, porque andamos buscando a las ovejas que están en el horizonte".

En su historia personal le hizo sentido que fe y justicia fueran un binomio. "El amor a Dios y el amor a los hermanos son una misma cosa y eso es muy atractivo", expresa. A los 33 años y ya ordenado sacerdote se fue a vivir a Cerro Navia y de esa experiencia nace la Fundación Cerro Navia Joven. Cuenta que a principios de los 90, la Iglesia que había enfrentado a la dictadura se había quedado sin repertorio frente a la dura realidad de la drogadicción en los jóvenes. "Entonces cambiábamos manzanas por bolsas de neoprén y repartíamos sopa en la noche", recuerda. Hoy la fundación tiene un colegio técnico profesional: Don Enrique Alvear, un jardín infantil con sala cuna y también trabajan con adultos mayores. "Amo Cerro Navia, su gente es maravillosa. Ahí todo ocurre por milagro. Se levantan porque hay que trabajar por un sueldo bastante miserable y donde caben cuatro, caben cinco". Allá se desarrolla lo que llama "mi pega de fin de semana".

El signo ignaciano

—¿Hay libertad de cátedra en la universidad que dirige?

—No hay universidad sin la libertad del profesor de enseñar aquello que investiga. Se trata de buscar desinteresadamente la verdad y en el debate académico el que tiene el mejor argumento es el que vence. Por tanto, toda universidad debe ser libre de sus controladores. Las estatales tienen que ser libres del gobierno de turno. Lo mismo en las universidades con dueño, sean confesionales o no (…) Que la universidad sea libre es muy ignaciano. No le tenemos miedo a Freud, ni a Nietzsche ni a Marx. Queremos que todos los lenguajes se hablen, por eso la Compañía tiene 200 universidades en el mundo, porque creemos en nuestra libertad.

—¿Siente el peso de reemplazar al padre Montes?

—No es un peso, es un privilegio, porque es continuar un proyecto que está bien encaminado y bien instalado. A esta altura, la universidad está en el lugar que queremos: acreditada, reconocida, creando bienes públicos, gratuita, inclusiva, con las disciplinas que queremos.

—¿Cuáles son los problemas de esta universidad?

—Como somos una universidad compleja, queremos hacer más de lo que podemos y con recursos escasos. Cada área tiene carreras de pregrado, de posgrado, algunas de doctorado, planes de investigación. Respecto del financiamiento y la necesidad de nuevas fuentes, dada la complejidad y excelencia del proyecto, aspiramos a aportes basales del Estado porque aportamos bienes públicos, lo anterior no pone en duda la actual sustentabilidad financiera.

"Somos una universidad inclusiva"

—¿Tienen especial vocación por recibir a estudiantes en situación de pobreza?

—Nos preocupa cuidar de no estigmatizar a los estudiantes. Somos una universidad inclusiva, nos hemos acogido a la gratuidad porque creemos que es parte de las buenas noticias de la reforma a la educación superior, celebramos que tengamos acceso universal en educación superior, sabemos que el 70% de los estudiantes que están en educación terciaria son primera generación de profesionales o técnicos en su familia. (En la Alberto Hurtado) un 55% en primer año se acogió a gratuidad porque tenían las condiciones y también lo hizo el 50% de los mayores. Efectivamente, la mitad de nuestros universitarios pertenecen a los cinco primeros deciles. Esto es, sin lugar a dudas, una universidad inclusiva. No es posible que una universidad esté concentrada en un solo nivel socioeconómico, más aún si hay una política de gratuidad por parte del Estado. Ahora, creo que el mejor negocio es financiar también a los ricos, porque eso impide que se formen solos y se reproduzca el clasismo propio de Chile. Es regresivo económicamente, pero no podemos seguir reproduciéndolo. Sin embargo, la universidad es justamente el lugar para estar mezclados. Toda universidad de calidad debe tener gratuidad o becas que aseguren la presencia de personas talentosas de otros sectores socioeconómicos.

—Por tanto los grupos con mayores ingresos financiarían su educación vía impuestos.

—No hay ningún problema en que los profesionales financiemos con impuestos aquello que hemos recibido, con un porcentaje del aumento de nuestros ingresos.

Su proyecto

—Su nombramiento es por cuatro años renovables. ¿Cuál es su proyecto como rector?

—El asunto uno es mantener o aumentar la acreditación que va a ser más exigente. Que esta universidad vuelva a pasar por la puerta ancha de calidad en el pregrado, en el posgrado, en la gestión y en relación con el medio. Eso se obtiene con mucho trabajo de todos. Dos, hablábamos de las necesidades de más recursos para una vida más holgada, dijéramos. Tres, hay una necesidad de gobierno que cada vez se pone más compleja, porque requiere liderazgo claro, pero con participación (…) En todos los niveles tenemos representantes de académicos y de alumnos con voz y voto. Además queremos mejorar nuestros estándares de todo tipo (…) Y por último, el carisma, qué significa ser hurtadiano, cómo respetamos el pluralismo con una oferta de una experiencia cristiana que queremos comunicar, cómo formamos en el discernimiento.

—¿Cómo le gustaría dejarla?

—Acreditada. Absolutamente sustentable económicamente, participando del consejo de rectores con todas las universidades que estén ahí. Que siga siendo una universidad que se destaque en investigación. Me encantaría que cualquier chiquillo que quiera estudiar Filosofía crea que la Alberto Hurtado es el lugar posible. Me encantaría llenar de doctorados. En fin, millones de cosas.

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