No he aprovechado mis circunstancias biológicas. No tendría sentido, porque mi papá nunca fue un personaje de televisión para mí. Fue mi papá y nada más".
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Vivir cerca de un famoso tiene ciertos costos. Marisol Bertrán Ruiz (45) es la hija artista del reputado director que más influyó en la historia de la televisión chilena, Gonzalo Bertrán Martínez-Conde (1945-2001), y no es la excepción. Al cumplirse 15 años de la muerte del director de programas tan conocidos como Viva el Lunes, Martes 13 y el Festival de Viña del Mar, entre otros, se siente madura para mostrar su propia obra. Desde el 7 de abril expondrá, por primera vez, un montaje con acuarelas y cerámicas en una de las salas de la Universidad de Talca (VI Región).

Asuntos de adultos

—Tenías 5 años cuando se separaron tus padres. ¿Cambió el trato con tu papá?

—No. Mis papás nunca nos involucraron en asuntos de adultos. Lo veíamos los fines de semana y en las vacaciones.

—Tu papá formó otra familia, ¿afectó eso a tu mundo?

—¡Todo fue tan natural! Nunca viví la inestabilidad. No recuerdo haber vivido con mi papá, pero tampoco haber necesitado hacerlo. Veraneábamos juntos. Él siempre estuvo. Fue una imagen presente. Y supo darnos a cada uno lo que necesitábamos.

En el Colegio Giordano Bruno descubrió lo artístico. "Allí percibí que era muy sensible y que lo manual-plástico me gustaba mucho". Al dejar el colegio en 1991, Marisol Bertrán tuvo que decidir su futuro. Tras un taller "con Sergio Soza y puras viejas cariñosas" optó por la Licenciatura en Arte de la Universidad Finis Terrae. Así, integró la primera generación de creadores de esa casa de estudios con Francisco Cancino, Constanza Levine, Javier Arentsen y otros.

"Fuimos muy unidos"

Marisol es parecida a su padre y para demostrarlo con orgullo trae rauda una foto en la que salen muy abrazados. La toma de la puerta del refrigerador y explica emocionada: "Fuimos muy unidos, porque mi papá supo dar a cada uno lo que necesitaba, aunque con Edo (Eduardo), el menor y el más cercano, compartían el lenguaje visual televisivo y vivían juntos, porque es bastante más chico y el único hijo con Marisa (su segunda esposa)".

—¿Cómo crees que logró dar a cada uno lo suyo?

—Construyó un mundo propio con cada uno de sus hijos. Una relación especial. No sé si de mayor o menor intensidad, pero supo vincularse y apoyar nuestro mundo particular. Tenía poco tiempo y estaba tan apurado por vivir que pasaba pendiente de nosotros. Se relacionaba poco tiempo, pero bueno y profundo.

—¿Hace mucha falta?

—Sí. Recién ahora puedo hablar del proceso y siento la fuerza para ponerle el hombro, porque soy jalea para algunas cosas, aunque gracias a su porfía aprendí a salir adelante. No hay que ser cobarde.

—Entonces, ¿no eres temerosa?

—Al morir él me desestabilicé como artista. Más que la falta de un mecenas o alguien que te va a sostener, sentí la ausencia del papá espiritual, ese que te reconoce y te aconseja. Él era muy importante para mí. Él era un pilar. Era la seguridad y la paz. La tranquilidad y la estabilidad. A pesar de eso, nuestra relación no era muy pacífica, porque los dos éramos muy brutos para decirnos las cosas, pero también tiernos. Lo recuerdo con este abrazo presente.

—También hay que ser valiente.

—Es cierto. Me faltó la valentía, porque tengo la fuerza. He luchado por el arte. No quería pertenecer al mundo de los ricos y famosos. No soy ondera. Opté por conseguir una creación que hable por mí. Quiero decir ésta soy yo. Este es mi trabajo y es consecuencia de la vida que he vivido. No me he rendido. Ahora tengo la ‘pachorra' de mostrarme. Exhibir en una sala acotada y en provincia me anima. Tengo y no tengo expectativas, porque nadie me conoce, pero estoy en el punto de partida.

—¿El apellido Bertrán ayuda?

—No sé si en el arte de hoy importa más la obra o la firma, pero soy "la hija de". No he aprovechado mis circunstancias biológicas. No tendría sentido, porque mi papá nunca fue un personaje de televisión para mí. Fue mi papá y nada más.

—¿Te molesta la pregunta?

—Por supuesto. Yo soy yo. Soy su hija por una consecuencia... Yo no escogí ser hija de un famoso. Aunque me enorgullece, no puedo vivir de su trabajo, porque no me pertenece. Es su esfuerzo, su sacrificio. No tengo derecho a tomármelo.

Sus últimos días

"Vino a morir"

—El último Festival de Viña a su cargo fue el año 2000. Falleció el 2001. ¿Cómo viviste eso?

—En marzo, le encontraron el poroto. En abril, estaba en Washington. En octubre, vino al bautizo de su primera nieta y ya estaba muy mal. En diciembre, pasó Navidad con Edo y, después, vino a morir.

—Acompañarlo en esa etapa, ¿ha sido el paso más doloroso de tu vida?

—Sí. Después de Navidad recayó mal. Sintió que se iba a morir y me mandó a llamar. Me tocó ir a EE.UU. sin que me dijeran sobre su estado crítico. Llevaba una semana inconsciente. Entré a verlo y se reanimó, quería tirarse de la cama, quería correr. Lloraba, ¡todos llorábamos! Al día siguiente, me cantó feliz cumpleaños. Fue precioso. Tuve que hacer de todo, porque Marisa no se podía mover de su lado. Además, ninguno hablaba inglés. Al tercer día, nos vinimos. Estaba tan grave que los médicos no querían firmar su alta, ya que se podía morir en el viaje. Entonces, el cónsul chileno y Julio Iglesias asumieron la responsabilidad. Firmaron y se vino a Chile en el avión de Julio con algunos amigos y Marisa. Los dueños de Lan nos subieron a otro avión y volvimos.

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