Tengo suerte de haber nacido mujer y haber nacido en Chile. No digo que sea fácil"

La diseñadora industrial Alejandra Mustakis (39) muestra un Complejo de Electra que no cabe en la ex fábrica de sombreros Girardi, ex sede del comando presidencial de Michelle Bachelet, hoy factoría de ideas IF. Y eso que el recinto es enorme.

Será su ancestro griego el que la lleve a personificar el mito y a adorar al difunto Constantino Mustakis Kotsilini, su papá empresario. Cuando ella nació, él tenía 50 y estaba a punto de un duro revés. "Quebró cuando yo tenía dos años. Lo perdió todo y tuvo que partir a rearmarse afuera, a Panamá. Él había sido dueño de la mayor frutera de Latinoamérica, herencia de mi abuelo Jorge, un inmigrante que partió comercializando ajos en Valparaíso".

La buenamoza Alejandra es la única hija de ese papá-abuelo del que su mamá se separó pronto y al que vio poco de niña: "Venía a Chile de tanto en tanto, pero me mandaba postales. Tengo una caja llena de ellas. Él logró formar una frutera de nuevo, no tan grande, pero lo encuentro admirable. Admiro a los que son capaces de caerse, pararse y salir adelante, sin perder la alegría. De mayor, me daba mucha angustia preguntarle por su quiebra, pero cuando lo hice, él reaccionó con total naturalidad".

—¿Por qué te angustiaba tanto?

—Me imaginaba que debió ser muy doloroso para él. Pero como me han dicho muchos que lo conocieron, mi papá era igual con y sin plata. Un tipo aventurero, gozador, un seductor. Eso habla del poder propio, de una fuerza interior que no depende de lo que tienes, sino de lo que eres. Las mujeres seguían enamoradas de él aunque estuviera quebrado. Esa es la mejor prueba de que el tipo era espectacular.

—¿Cuál es tu relación con la plata?

—No hay que temerle a ganar plata. Me parece bien que si una persona lo hace bien, eso sea retribuido y se traduzca en lucas. Hay dos visiones: "ganar plata es lo que importa…" y "hay que vivir por los ideales, prescindiendo del dinero". Creo que la mezcla de ambas es lo mejor. Basarse sólo en la plata tiene cero emoción, pero perseguir sueños y no poder pagar las cuentas tampoco funciona.

What if?

Alejandra fue criada por su madre, Diana Sabal Elsaca, quien la tuvo casi a los 40. Ella, en cambio, se casó a los 23 con Pablo Yarur y fue madre a los 24. Hoy, Alonso y Juan Pablo, sus hijos, "mis machos", tienen 14 y 10, respectivamente.

"Mi mamá es descendiente de palestinos y nacida en Lima. Pero mi abuela Juana y su mamá nacieron en Puente Alto, donde mi bisabuela tuvo una gran tienda. De ella me viene esto de ser emprendedora. María, mi bisabuela, no paró nunca de trabajar en esa tienda que vendía de todo. Cuentan que tenía la piel preciosa, sin una mancha, porque nunca la tocó la luz del sol. Mi abuela se casó y a su marido peruano-palestino le fue bien y no tuvo que trabajar, lo mismo que mi mamá".

Es evidente que la relación con su madre tiene más bemoles que su admiración por Constantino. Quizás porque ella estuvo presente en su día a día.

"Esta es la parte que no deben leer mis hijos", bromea. "Yo era más cercana a la típica alumna con déficit atencional que a la matea del curso, pero mi mamá nunca hizo caso de las recomendaciones de tomarme un psicopedagogo. La llamaban del colegio y cortaba. Si hoy me preguntas qué me habría gustado tener dado desde chica, es un inglés perfecto. Lo hablo, pero con mucho acento. Me resigné y decidí que como me veo muy latina, no importa que mi inglés suene latino".

En matemática y los ramos con números era alumna de 7, a diferencia de lo que pasaba con el resto. Aunque lo natural debió ser que estudiara ingeniería comercial, una charla en el colegio le despertó el interés por el diseño industrial. "Mi papá no estuvo de acuerdo, pero no tenía mucho que decir, salvo exigirme que si me había matriculado en eso, en la UDP, debía terminarlo. Me pasé cinco años diseñando y haciendo muebles".

Juan, hijo menor del millonario Amador Yarur, además de amigo y cuñado, fue su socio en su primer emprendimiento: Decomundo.cl, "un portal de decoración que no funcionó. Fue demasiado visionario", se ríe Alejandra, que entonces aún no escuchaba el concepto emprendimiento.

"Recién lo oí cuando partí con Medular, mi empresa de diseño de muebles, hace 9 años. Nos empezó a ir bien y me empezaron a invitar a eventos de emprendedores", recuerda. Fue su papá quien la ayudó con el pequeño capital inicial, pese a que le costaba entender la idea de una mueblería virtual, sin una fábrica asociada. "No era para nada machista. Le gustaban las mujeres ejecutivas, pero era un empresario tradicional y tenía instalada la idea de que las mujeres no hacían negocios".

—¿Cuesta más ser emprendedora, siendo mujer, linda, joven?

—Las mujeres tenemos que demostrar más. Si una mujer dice "tengo un sueño" en términos empresariales, no va a tener el mismo impacto que si lo declara un hombre. Mi papá contaba que Warren Buffett solía decir que había tenido dos suertes en la vida: haber nacido hombre y haber nacido en Estados Unidos. Yo afirmo que tengo suerte de haber nacido mujer y haber nacido en Chile. No digo que sea fácil, pero es tanto más posible hoy que hace 10, 20, 50 años. Lo que veo, eso sí, es que en el mundo del emprendimiento hay mucho espacio para las mujeres que no se lo están tomando. Y eso es lamentable, porque el emprendimiento se aviene mucho con la posibilidad de manejar tus tiempos, lo que es clave para las mujeres. Pero la mayoría es poco arriesgada, menos yo y las cabras de 20, que vienen hechas como yo.

Hoy es dueña de Medular, de la empresa de tecnología Kahuel, de STGO Market Space y de IF, un espacio de trabajo colaborativo que partió en la ex sombrerería Girardi, en la avenida Italia, en Ñuñoa, al que ha sumado otras dos sedes. Explica: "IF es una fábrica de ideas, es la respuesta a la pregunta What if? y es el título del poema favorito de mi papá, que imprimía y regalaba a medio mundo. O sea, tiene muchas lecturas, pero es sobre todo un espacio donde todos pueden convertir sus sueños en realidad".

Sexy

—¿Cómo llegaste a ser la niña-símbolo del emprendimiento?

—Juro que no sé. Mi talento ha sido rodearme de gente con talento.

—Mañana expondrás en el quinto encuentro de MBA Chile en la Universidad de California. ¿Qué dirás?

—Yo nunca he hecho un MBA, así que no sé por qué me eligieron. Hablaré de lo que hablo siempre. De creer y de crear. Ese es mi mensaje. Creer y crear con un espíritu positivo, colaborativo, cambiando los modelos, para lograr sueños.

Alejandra a ratos habla como libro de autoayuda. Como cuando dice que no cree en el fracaso ni en el éxito y le sale el "If" de Kipling: "Si puedes soñar sin que los sueños te dominen;/Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;/Si puedes encontrarte con el triunfo y la derrota,/ y tratar a esos dos impostores de la misma manera…".

Se vuelve menos locuaz en lo que tiene que ver con su familia (exceptuando, claro, a su padre). Se ríe cuando le preguntamos si sigue enamorada de su marido, pese a que acaba de declararse ultrarromántica. "Me casé a los 23 y mi marido ha sido un súper buen apoyo. Pablo no es un emprendedor. Es más tradicional, aunque es un gran deportista, en deportes de riesgo. Uno tiene mil maneras de enamorarse y están relacionadas con las etapas de la vida".

—¿Te preocupa la proximidad de los 40?

—Empecé recién a conocerme como a los 30, y uno disfruta más la vida mientras más se va entendiendo. Las personas contentas con ellas mismas y con lo que hacen son súper sexies y atractivas.

Reconoce que es preocupada de su aspecto, que le gusta la ropa —es muy de jeans, camisas y blazers de estupenda marca y corte—, que baila danza árabe, que no cocina y que prefiere ver películas a leer novelas. Su libro favorito es "The Element: How Finding Your Passion Changes Everything", de Sir Ke Robinson, uno de sus gurús en materia de educación.

—¿Crees en la educación gratuita y de calidad?

—Ay, esa discusión. La educación definitivamente está obsoleta. Hay quienes sostienen que si una persona se hubiera quedado dormida y despertara hoy en una sala de clases, creería que el mundo no ha cambiado. La idea de educación gratis, me gusta; pero siempre que sea de calidad. El énfasis debe estar en lo segundo. Si va a ser gratis y no sirve para nada, estamos frente a dos problemas en vez de uno. Y no hemos pensado para nada en cómo tener una educación de calidad adecuada a estos tiempos. El riesgo de pensar en serio en grandes cambios en esta materia nadie lo está tomando.

Empresarios:

Más honrados que sinvergüenzas

—La colusión y el financiamiento irregular de la política hacen que la ciudadanía desconfíe de los empresarios. ¿Cómo ves el tema?

—En Chile somos muy buenos para generalizar. Que t-o-d-o-s los empresarios son malos, que t-o-d-o-s los políticos son corruptos. Eso me parece pésimo. Son muchos más los empresarios que se la juegan y se arriesgan por sus ideales que los que son sólo traders o conservadores. Y, por cierto, son muchísimo menos los deshonestos. Debemos parar con esto de cuestionar y de juzgarlo todo. Creo que se contamina el país cuando se hacen juicios tan en blanco y negro. De verdad, somos muchos más los honrados que los sinvergüenzas.

Políticamente, no tiene filiación, aunque en enero se la vio en un evento de junta de firmas para Ciudadanos, el partido de Andrés Velasco. "Sí, estuve allí escuchando. Le tengo mucho aprecio a Andrés. Lo encuentro un tremendo tipo, pero no me inscribí en su partido ni estoy en ningún otro".

—Joaquín Lavín te mencionó hace poco como una de las figuras que debía estar en política este 2016…

—Es un amoroso, pero mi único partido es que haya más emprendimiento en Chile. El emprendimiento y la educación cambian la vida de las personas, influyen en la movilidad social y desde ahí me interesa aportar.

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