Nunca me he hecho un psicoanálisis. Me considero muy sano mental, capaz de meditar solo sobre mí mismo"

Las sombras de Gray son escasas, quizás se reduzcan sólo a una. Tras aclarar que él es Gray, no Grey, como el millonario sexópata del bestseller, Sebastián Gray (67) habla de una de esas sombras:

"Tenía 4 años cuando mis padres se vinieron a Chile, pero su matrimonio fracasó y volví con mi mamá a Estados Unidos. Luego ella decidió rehacer su vida y, de mutuo acuerdo con mi papá, me enviaron a vivir con una hermana de él a Santiago. Entonces yo tenía 6. Esa tía y su marido, que no tenían hijos, fueron mi familia, mis papás postizos", cuenta el ex presidente del Colegio de Arquitectos, destacado columnista, tuitero incontinente y director de la Fundación Iguales.

—¡Qué duro debió ser!

—No tengo esa sensación. Nunca me he hecho un psicoanálisis. Me considero muy sano mental, capaz de meditar solo sobre mí mismo. De esa época recuerdo preguntas y explicaciones. Mis familias, la de aquí y la de Estados Unidos, se hicieron el propósito de que tuviera todas las respuestas, y mis padres estuvieron muy presentes. Viajé a verlos todo lo que fue necesario, y mis tíos fueron unos padres geniales. Vivíamos en una casa Ley Pereira, con un gran patio con veinte árboles frutales, cerca del Liceo Manuel de Salas, donde me eduqué. Crecer así, jugando a la pelota en la calle, es la postal del barrio chileno de clase media de los 60.

Sus padres biológicos son David Gray, actor del Teatro de Ensayo de la Chile e integrante del Ictus en sus inicios, que se fue muy joven a Londres y luego a Estados Unidos, y Norah Avins, una estudiante estadounidense. La pareja se enamoró, se casó y en 1959, en Nueva York, nació Sebastián, su único hijo.

Con ambos mantiene una muy buena relación. "Mi mamá estudió Medicina, se volvió a casar y me dio un medio hermano. Hoy vive en Austin, Texas, donde es pediatra, pero viene con frecuencia. Dejó amistades acá. Sus recuerdos de Chile son buenos. Me habla de un Santiago exquisito y del humor chileno, que siempre lo maravilló". Su padre, "un trotamundos encantador", dejó la actuación y trabajó como traductor para organismos internacionales. Ahora, jubilado, reside en Sarasota, Florida. "De niño lo visité en Suiza, Londres, las Islas Vírgenes y Estados Unidos. Buena parte de mi sensibilidad e inquietud intelectual se la debo a él. Me hizo regalos extraordinarios: los mejores binoculares, un microscopio espectacular, mi primer reloj pulsera, libros maravillosos, a razón de una joya por año".

Cuando Chile fue moderno

Sebastián sueña con escribir un libro sobre las amistades de sus tíos-papás, que colmaron de afecto su infancia y le regalaron "una casa abierta, con muchos libros, música, viajes, humor y buena onda".

Es evidente su nostalgia por un Chile que para él iba como avión hacia la modernidad. "Lo que inició Frei y lo que pretendió hacer Allende fue un proceso interesante, visto con interés por todo el mundo. A pesar del boicot de la derecha y del caos final, fue el momento en que Chile ha sido más moderno, con una industria nacional que exploraba nuevos caminos y una cultura genuinamente chilena en desarrollo. Fue una etapa positiva, interrumpida de manera dramática, que nunca pudimos recuperar".

El Liceo Experimental Manuel de Salas fue un símbolo de esos buenos tiempos. "La gente no lo sabe hoy, pero fue el primer liceo mixto. Dependía de la Escuela de Pedagogía de la Chile. Tenía pianos de cola, una sala de idiomas con tecnología de punta, laboratorios de ciencia, un teatro y un currículum muy particular. Era experimental porque se ponían en acción primicias probadas en materia educativa. Ahora nada de eso existe. Fue saqueado, como sucedió con la educación chilena".

En 1977 entró a Arquitectura en la Universidad Católica. "Siempre pensé que estudiaría en la Chile, pero estaba intervenida. El rector era un coronel de la FACh, Julio Tapia Falk, un tipo siniestro que fue albacea de Manuel Contreras".

Poco después de egresar, partió a Estados Unidos, donde hizo un posgrado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, el reputado MIT, y luego trabajó por tres años "como funcionario público en la Municipalidad de Boston".

Volvió a Chile en 1991. "Asistí a una performance extraodinaria en el Bellas Artes, que estaba de nuevo en manos de Nemesio Antúnez. Fue un desfile de modas, vibrante, joven, por los derechos de las minorías, que terminaba con Patricia Rivadeneira crucificada, desnuda y envuelta en la bandera nacional. Yo pensé: ‘Esto es fantástico. He vuelto en el minuto preciso, se inicia una época nueva, creativa y llena de energía'. Pero a los dos días, el tema se había convertido en escándalo nacional, promovido por el alcalde Bombal y los medios de derecha. Le costó la vida a Nemesio Antúnez. Su salud se agravó a causa de las injustas y viles acusaciones que recibió".

—¿En qué momento de tu vida reconociste tu homosexualidad?

—No hay una fecha de inicio para eso. Fue una conciencia fundamental desde siempre y oportunamente compartida con mi familia. No hubo drama. Quizás se deba a que en mi familia la religión no tiene un peso relevante. Y a que tuve la buena fortuna de estar siempre con un pie en Norteamérica, que para mí significa modernidad, vanguardia, apertura. La sexualidad es una parte de la identidad, pero lo que le da forma a una vida es cómo uno se desenvuelve y aprovecha las oportunidades. A mí, nadie nunca me ha interpelado por mi identidad sexual, ni siquiera en la Universidad Católica. Ni siendo alumno, ni cuando volví de Estados Unidos y me convocaron a dar clases, ni como académico. Ser gay nunca fue tema, quizás porque tengo la ventaja de ser hombre; creo que la discriminación por la sexualidad es peor para la mujer".

Twitter y el sentido literario

La discriminación es uno de los temas que "prenden" a Gray por las noches. Como una suerte de Drácula de la opinión, aparece en gloria y rotundidad vía Twitter a la hora de los noticieros centrales. "Me han preguntado por qué veo noticias en televisión abierta si las detesto. Lo hago porque me interesa saber con qué se está engañando a la gente. Quiero estar informado sobre cómo se nos desinforma. Quiero estar ahí para poder denunciarlo. No quiero ignorarlo ni dejarlo pasar".

—A veces borras tuits…

—Borro algunas cosas por arrepentimiento o reflexión. Cuando he sido muy duro con alguien y cuando me corrigen, porque he opinado sobre un hecho que estaba mal reporteado o era un prejuicio. Alguna vez he tratado de dejar en ridículo a alguna persona y después me he dado cuenta de que no es digno de mí.

Twitter es la única red social que le gusta y usa. Cuenta con casi 15 mil seguidores y considera que los mensajes breves "tienen un sentido literario y ofrecen un desafío. Como dicen los gringos: La brevedad es la esencia del ingenio".

—Has sido muy duro con una mujer a la que llamas "la arito de perlas". ¿Qué tienes contra los aros de perlas?

—En la sociedad chilena tienen una connotación: son típicos de señoras Opus Dei. No todas las señoras Opus Dei me irritan, hay de todo. Esa niña de Libertad y Desarrollo aparece en su foto con aritos de perlas; llamarla así es una connotación objetiva. Con ella nos hemos peleado más de una vez, y me bloqueó.

Otros, en cambio, se suman a sus followers. "Eso es halagador; significa que les gustan mis opiniones, mi forma de pensar y ser. Eso es muy sentido en la arquitectura. Cuando un cliente se acerca a ti es porque lo interpreta tu manera de ser y el estilo de vida que propones".

Sus logros como presidente de los arquitectos fueron "ordenar financieramente la casa y recuperar una visibilidad que el Colegio había perdido en 1981, cuando le arrebataron el control ético de los profesionales y la colegiatura obligatoria". En 2009, durante el primer gobierno de Bachelet, los colegios de Arquitectos, Abogados, Médicos e Ingenieros impulsaron un proyecto de ley que busca recuperar esas prerrogativas. "Con Piñera, esa iniciativa se paró; la derecha busca que haya los menos controles posibles en todo. Hoy, la agenda de Bachelet está copada, pero dentro de la discusión de probidad, que será parte de las campañas que vienen, vamos a volver a hablar de la Ley de Colegios Profesionales.

—¿No has pensado en presentarte a alcalde en Providencia, donde vives y trabajas?

—Como todo arquitecto que se precie, soy una persona política, pero no tengo la ambición de desenvolverme profesionalmente en ese mundo al que miro con desconfianza y temor. Es una actividad que se basa en una perversión fundamental: el permanente trueque de favores. Ese juego no es algo que quiera ni sepa jugar. Además, nunca me afiliaría a un partido, y sin apoyo del establishment, es muy difícil. Es imposible ser un free agent en una sociedad tan pequeña, culturalmente limitada y con medios de comunicación sesgados como la nuestra.

No a restaurantes nuevos

Gray está emparejado con un diseñador desde hace 18 años y viven a pocas cuadras de su oficina, en la Costanera. Su departamento de los años 60 —un DLF2 al que incorporó parte de una gran terraza— "es como una casa montada en un edificio de tres pisos". Lo refaccionó, recuperando incluso los sanitarios originales de esa época que añora. Se mueve por Santiago en bicicleta y cree en la riqueza de lo bueno, no de lo caro ni de lo que se usa. Una onda muy afín a la de su gran amigo, el fallecido chef y empresario Carlos Monge, con quien se inició como cronista gastronómico y sobre quien publicó un libro con sus recetas junto a una amiga común, la fotógrafa Alexandra Edwards.

"Como Carlos era disléxico, me propuso escribir a medias una columna en Caras el año 93", recuerda, y cuenta que esa invitación le permite ser miembro honorario del Círculo de Cronistas Gastronómicos hasta hoy. En paralelo, le construyó una casa en Zapallar. En ese balneario y alrededores, Gray ha dejado huella. De su autoría son las casas del escritor Pablo Simonetti, del abogado Alfredo Montaner, del paisajista Taibi Addi.

Monge le enseñó a tener variedad de especias en la cocina, comprar en la Vega y preparar el mejor charquicán del mundo, además de porotos granados y suflé de coliflor. Platos simples que lo hacen feliz. "Tal como no leo best sellers, no voy a restaurantes nuevos. No me gustan las tendencias ni la moda. Eso les enseño a mis alumnos: la moda está siempre pasada de moda. ¿Qué es lo que hay que seguir? Una postura coherente de vida. Y eso es lo que yo trato".

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