Toma 1: 27 de mayo de 1989. Natalia Valdebenito tiene 9 años, integra el Clan Infantil de Sábados Gigantes y aparece en pantalla muy seria tras un pase de Don Francisco. Entrevista a un meteorólogo, la nota dura dos minutos. Toma 2: 24 de febrero de 2016. Natalia Valdebenito tiene 36 y está en el escenario de la Quinta Vergara. Sus más cercanos observan los primeros minutos de la rutina hasta que aparece la señal, la rúbrica de que todo va a salir bien. "Se transforma, cambia corporalmente, se convierte en una mujer metralleta de ojos inyectados", describe el conductor Ignacio Franzani, uno de sus amigos. En una hora, la comediante tiene al público en el bolsillo. Mario Kreutzberger la felicita por Twitter y su número queda inscrito como lo mejor del humor festivalero. La rutina, particularmente entre mujeres, será memorizada tal como hace 20 años la gente repetía los diálogos del Flaco y el Indio. Pero ahora no se trata de chistes sobre zapatos comprados por la mamá. La propia Natalia Valdebenito, días después, escucha en una plaza a un pequeño grupo comentar su actuación, plagada de descripciones de la cotidianidad femenina, libretos que redacta sin ayuda. El suyo es un estilo de trabajo autónomo. Si su biografía tuviera banda sonora, "My way" en la versión del ícono punk Sid Vicious sería perfecta.

En el núcleo familiar de clase media santiaguina de Natalia son buenos para la talla, pero como cualquier clan chileno promedio, y en el colegio nunca integró talleres de actuación. Vivía cerca del Teatro Huemul y veía gente ligada al arte, pero ése fue todo el contacto con las tablas. Popular en el colegio Santa Cruz, de Nataniel con Victoria, "era la más bonita del curso y del colegio", sentencia el actor César Muñoz, su amigo íntimo desde los 13 años. Divertida según él, pero nada indicaba un futuro en el humor. Estudió teatro en la escuela de Gustavo Meza y sus pasos al egresar fueron por el drama.

El clic fue en 2004. Vía X llama a un casting para la serie "Cabra chica gritona". La trama es simple: dos quinceañeras de un colegio muy cuico conversan en un dormitorio. Llegaron 500 postulantes. En el último tramo sólo quedan tres actrices y Natalia es una de ellas. "Parte de la prueba era improvisación y ella era seca", recuerda el guionista Pablo Erazo. Como jurado estaba José Miguel Villouta: "Fue la única actriz capaz de interpretar los personajes con cariño. Había que elegirla". "Cabra chica gritona" se convirtió en un programa de culto, seguido por adolescentes acomodadas que empezaron a utilizar los modismos de los personajes. Como "todo el rato", que solía decir Lucía Catalina Rioseco, el rol de Natalia.

Desinhibida

Dos años después Natalia estaba fuera de la televisión y Villouta la telefoneó. "Le quería mostrar el stand up comedy. Grabamos un gag de una mina última contra el sistema. Se lo mostré a Eduardo Cabezas, productor de Chilevisión, y ella entra a El Club de la Comedia". Aunque Natalia seguía intentando un camino como actriz dramática —actuó en 2006 en la obra "Quitapenas"—, el ingreso a la pantalla abierta en un programa que se convertiría en fenómeno cambió su rumbo. "En ese trayecto se enamora de la comedia; cacha que puede desarrollar una voz propia", apunta Villouta. "Al poco tiempo de que empezamos a trabajar tiró guiones y eso le dio sentido a su trabajo", recuerda su compañero en ese espacio Pato Pimienta.

La luna de miel no duró demasiado en un elenco dominado por hombres. Natalia salió del programa en 2009. Años después personalizaría los problemas en Pedro Ruminot, uno de sus compañeros en "El Club de la Comedia". No sería su última vez que pondría nombre y apellido a sus conflictos de trabajo. En septiembre del 2015, responsabilizó al periodista Alfredo Sepúlveda, gerente de contenidos de TVI, por su abrupta partida de "Campo minado" de Vía X. Denunció diferencias ideológicas, censuras y oposición a su estilo, mientras en el canal quedó la idea de que la actriz no supo lidiar con un formato de corte periodístico.

Otra vez fuera de la pantalla, Natalia Valdebenito siguió con "Gritona", su exitoso espectáculo solista. "Ella es su propia gestora, su propia jefa", define Franzani. El conductor Nicolás Copano, otro de sus cercanos, alude razones parecidas. "Una persona común que se aventura y sin contactos. No está acostándose con gente del espectáculo, ni con el poderoso". Para la periodista Claudia Aldana, también del círculo de la comediante, "no cede en sus convicciones y jamás va a tuitear una huevá auspiciada".

En la vida hay que ser "más Schlomit y menos Myriam", acostumbra decir, aludiendo a la desinhibida actriz Schlomit Baytelman. "Eso le permite ser power esté o no en la tele, y el Festival de Viña le confirma que lo que hacía tenía razón", reflexiona Franzani.

En las conferencias post Viña de Pedro Ruminot y Natalia Valdebenito, los periodistas preguntaron a cada uno por el otro. Sonriente, ella declaró estar "en tregua hasta marzo". Él dijo que para una pausa así debía existir una guerra, y no era el caso. Como sea, Ruminot observó atentamente el espectáculo de su ex colega. El comediante Felipe Avello, peso pesado del stand up criollo, fue testigo: "Somos amigos y me invitó a que lo acompañara. Él se presentaba al día siguiente y vimos la rutina de ella. ¿Cómo reaccionaba Pedro? Bien, le gustaba mucho (risas), con todo apoyando (más risas). ¿Qué me pareció a mí? Me gustó muchísimo. La primera vez que la vi en vivo tenía al bar entero cagado de la risa. En Viña no adaptó su trabajo a un escenario masivo, sino que fueron el público y el entorno los que se adaptaron a ella".

El cielo es el límite

Confiada en su talento y en que el trabajo no le faltará, ella prefiere pensar en el presente antes que el futuro. Sus amigos la ven en el exterior o con un late show. Una pionera como Maitén Montenegro, debutante en el Festival de Viña de 1970 y protagonista del certamen varias veces como número estelar, jurado y productora, cree que Natalia Valdebenito triunfó en un momento en que el humor en Chile estaba abusando de la vulgaridad. "Ella viaja por la realidad y la observación, hábitos que la gente nueva ejercita poco, y trae a la mesa la descripción de los demás. ¿Su futuro? Sólo el cielo es el límite. El punto es tomar buenas decisiones y aventurarse, hacer cine, televisión, irse al teatro. Puede tener otros diez años brillantes. El escenario no es una casualidad, siempre hay un trabajo que lo sustenta, y éste es el caso".

¿Y qué dice Natalia? No responde llamados, está de vacaciones. Pero atiende el WhatsApp. No le gusta que le pregunten a sus amigos cómo es. Le parece "feo", acusa "cahuineo". También intercala emoticones sonrientes, el símbolo de la paz y largos jajaja. Entonces, una de las reflexiones de Ignacio Franzani revolotea: "Ella puede decir cualquier barbaridad. Lo dice con su sonrisa de manera ingeniosa, y como que pasa".

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