Siempre te dicen que los clientes confían más en las abogadas bien vestidas". Cristina Saffie

En marzo del año pasado, una muestra fotográfica que celebró el Día de la Mujer en la Corte de Apelaciones de Concepción con juezas posando con hombros descubiertos y sin maquillaje, provocó incomodidad al interior de tribunales. Ministras denunciaron bullying por parte de sus colegas y el presidente del Colegio de Abogados de la zona calificó la exposición de "mal gusto".

En mayo, en tanto, se filtró en redes sociales el dress code de la plaza Bofill-Escobar. La firma pedía evitar desde "estampados, brillos, encajes, lentejuelas, transparencias y ropa ajustada" hasta "excesos de perfume, uñas muy largas y accesorios Hello Kitty".

Un año después y lejos de debates estilísticos, Juan José Rentería, cofundador de Misabogados.com, cuenta que "en sus oficinas, derechamente, la corbata es innecesaria".

En las dependencias de la empresa, que funciona como nexo entre profesionales y público, trabajan juristas rusos, colombianos, venezolanos y ucranianos.

"Nos gusta ser transversales y no nos importa nada cómo vamos vestidos. Los abogados rusos y ucranianos van con chalas hasta en invierno", explica.

"Antes, los abogados gastaban mucha energía y plata en aparentar y transmitir seriedad. Ahora, los clientes, no están ni ahí con eso. Hoy la gente quiere cercanía y que hagas bien tu pega", cuenta.

Maldita moda

Una jurista treintañera, socia de un prestigioso estudio ubicado en Bellas Artes, cuenta que al entrar a los buffets "realmente aprendes a vestirte como abogado. Cuando te incorporas, te hablan de eso. Quedan prohibidos los escotes pronunciados y faldas muy cortas. El maquillaje debe ser sobrio ¿Hawaianas? ¡Olvídalo! Igual que cualquier elemento infantil. Y hay que olvidarse de los colores llamativos".

Cuenta que "todas las recomendaciones son, sin excepción, para mujeres. Ninguna para hombres. La «obsesión» por la formalidad depende del área y las personas. El área laboral y de familia es más relajada".

Aceptamos tatuajes

Felipe Sáez, socio fundador de Munita, Olavarría & Sáez, la oficina más grande de relaciones laborales en Chile, señala que en su equipo "puedes vestirte como quieras y tener tatuajes, incluso. Privilegiamos la diversidad. Lo que pedimos, sí, es que, dependiendo del cliente, debes presentarte formal a la Corte".

Cuenta que "en la banca y bolsa son mucho más formales en comparación con las forestales y salmoneras. En estas últimas, la regla es usar jeans, zapatos de seguridad y parka en las reuniones".

Mauricio Daza, abogado, magíster Derecho Penal y Procesal Penal y socio HDFO Abogados es tajante: "Es habitual que quienes aparecen como los más producidos y ostentosos son los más inconsistentes. Entonces, se generó una suerte de tendencia en contra".

—¿Y ud.? ¿Cómo se lleva con la corbata?

—Para mí, andar con corbata y bien presentado, pero no sobreproducido ni ostentando, tiene que ver con un tema de respeto con uno mismo, con mis colegas y con mis patrocinados.

Apostolado del terno

El fiscal Santiago Poniente y autor de "Santiaguinos", Roberto Rabi, cuenta que "en Chile el formalismo se reduce a un seudolenguaje y al uso de vestimenta formal que, paulatinamente se han ido flexibilizando. En verano, la chaqueta va quedando fuera por razones de temperatura".

—¿Cuáles son las particularidades del caso chileno, fiscal?

—Diría que la mayoría de mis colegas hacen un apostolado del uso del terno y la corbata.

Libido, cuero y pitillos

En una publicación académica que circuló el año pasado —en plena fiebre por Hello Kitty y la muestra de Concepción—, Yanira Zúñiga, abogada, profesora de la U. Austral y doctora en temas de género, explicó: "El género actúa como una verdadera retícula: allí donde un grupo de reconocidas mujeres realiza un acto político de reivindicación, un grupo considerable de otros sujetos —en su mayoría hombres, dada la masculinización del Poder Judicial chileno en sus niveles más altos— sigue viendo sólo cuerpos desnudos, saturados de sexualidad, insinuantes, indecorosos". Por ello, tanto reglamento "no respondería a más que una concepción del cuerpo femenino como pura libido".

Cristina Saffie, abogada de Eluchans & Cía., sostiene que la obsesión por la formalidad en el mundo de las leyes se explica porque "siempre te dicen que los clientes confían más en las abogadas bien vestidas". Sabe de firmas que tienen dress code y en ellos se prohíbe el uso de escotes y minifaldas.

Katia Litman, consejera en Alsterlegal.com, dice: "Los grandes estudios no exigen, pero sí esperan o asumen que se cumplan ciertos códigos de vestuario. Sin embargo, hay un cambio entre las nuevas generaciones. Algunos ni conocen el traje de dos piezas".

Paloma Infante es abogada, magíster en Derecho Ambiental, becaria Fullbright, trabajó en el estudio Carey y en la Superintendencia del Medio Ambiente.

"Carey tenía una especie de «sugerencias» al vestir. No es que te echaran si no las seguías, pero si ibas con la falda muy corta, colores fluorescentes o mostrabas ombligo, uno que otro colega hacía un comentario en el coffee break. Ahora hice una mini-encuesta entre amigas abogadas y vemos que se viene gestando un cambio hace cinco años. Ya no es tan comentado si decides vestirte bien, estar a la moda y pintarte las uñas de colores", sostiene. "En los hombres, ya no es tan fuerte la imagen del abogado de terno gris, corbata aburrida y maletín de cuero. Me gusta que se estén permitiendo vestirse bien y, en general, los colegas jóvenes no "pelan" si te atreves. Tengo amigos que usan pitillos, corbatas de colores entretenidos y guantes de cuero. Se ven increíbles".

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