No es el abuelo con el que tomabas once los domingos, olvídalo. Nunca fue así".
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Sebastián Araya (44) recuerda una escena del entierro de su abuelo, el escritor, diplomático y reconocido adherente del nacionalsocialismo, Miguel Serrano, en el Cementerio General: Al lado suyo hay unas personas con camisas pardas, que levantan el brazo al estilo hitleriano y que gritan en medio del silencio de la ceremonia, "heil Hitler, heil Miguel Serrano, y viva Chile".

"Pasan muchas cosas: a uno le da nervio, no te sientes parte de eso, pero mi abuelo sí lo era, entonces uno no puede condenarlo. Hay fotos en el diario en que aparezco al medio de todo, de brazos cruzados, y alrededor todos estos personajes. Es una imagen fuerte, la swástica te retrotrae a cosas muy heavies. Yo ya estaba acostumbrado un poco a eso, entre comillas, pero igual es heavy porque cosas como esas alejan. Es extraño, no es fácil", dice en un café de Bellavista.

A pesar de esa imagen, el cineasta (‘Azul y blanco' en 2004 y ‘El lenguaje del tiempo' de 2012) y director de TV (las series ‘Vida por Vida' en 2012 y ‘Príncipes de barro' de 2014 ambas transmitidas por Canal 13, fueron sus últimos trabajos) hace la distinción: primero el abuelo, el escritor, el ensayista, y por último el político.

"Yo entiendo que se produzca una distancia con él, pero también era mi abuelo, y agradezco que me haya tocado porque logré mirar muchas cosas interesantes a través de él. Entender, por ejemplo, que el ser humano es algo muy complejo, que tiene cosas buenas y malas, y que uno puede concentrarse en las cosas buenas si es que lo quiere. Y a mí me gusta hacerle estos pequeños homenajes, como hablar acá, en agradecimiento a esa parte de él", explica.

Reconocimiento que se da a días de cumplirse el séptimo aniversario de la muerte de Serrano (28 de febrero). Se da también en medio de cierto revival que ha tenido la obra del escritor: el año pasado se reeditó ‘El círculo hermético', que expone su amistad con Hermann Hesse y Carl Jung. En 2014, había regresado a las librerías ‘La serpiente del paraíso', crónica de su larga estadía en la India.

El amigo de Marilyn

La relación entre ellos, apunta Araya, se fue dando con el tiempo ya que Serrano no respondía al prototipo de un pater de familia. "Fue un personaje-misterio: aparecía, desaparecía. El vivió muchos años en la casa de Hermann Hesse en Suiza. Todo ese tiempo, por ejemplo, antes de que yo naciera, mi mamá no lo vio. No es el abuelo con el que tomabas once los domingos, olvídalo. Nunca fue así".

Y agrega: "Empecé a generar una relación mucho más estrecha con él, a los 24, 25 años. Antes eran cosas muy esporádicas. A partir de ahí yo comencé a leerme sus libros, lo iba a ver a Valparaíso (donde vivía), e hice un documental de él. Ahí empezó la relación".

—¿Crees que va a haber una revalorización de la figura de tu abuelo?

—Creo que siempre la ha habido. Yo he viajado por el mundo y me he encontrado con mucha gente que admira a mi abuelo, sabes, es increíble. Viví en España, en Argentina y en los dos lugares cuando sabían que yo era nieto de Miguel, cambiaba la dinámica. La gente empezaba a admirarme por ser familiar de él. Mi abuelo era amigo de Hermann Hesse y Carl Jung. ¿Quién puede decir eso en Chile? Y así una lista interminable: Indira Gandhi, Nehru, Marilyn Monroe, Roberto Rosellini, Ezra Pound, es decir un gallo conectado con el mundo y con las principales inteligencias de ese momento.

Araya, cuyo segundo nombre y apellido es Miguel Serrano, se detiene y recuerda otra anécdota de su abuelo: "Otra persona con la que fueron muy cercanos es el Dalai Lama. Mi abuelo lo recibió en 1959 en la frontera con India cuando lo expulsaron de China. Y cuando el Dalai Lama vino a Chile mi abuelo fue al primero que saludó. Fue muy gracioso: los que lo traían eran los esotéricos chilenos y mi abuelo se puso su túnica naranja y llegó hasta la losa del aeropuerto sin permiso de nadie, él dice que se hizo invisible y llegó hasta él. Cuando el Dalai Lama lo vio, lo abrazó y los otros tipos todos enojados".

El nazi

—¿Nunca le preguntaste por qué eligió el nazismo?

—No, porque es como si le hubiese preguntado por qué era como era. Para él era algo que formaba parte de su estructura. El nacionalsocialismo, en la época en que surgió, era un color político muy normal, como cualquier otro. Estaba el nacionalsocialismo, el comunismo, etc. Lo que vino después fue lo que generó esta tendencia muy clara hacia el nacionalsocialismo, todo lo que hizo Alemania con ese movimiento político lo transformó en otra cosa.

—¿En ese contexto, te parece injusta cierta crítica cultural que se le ha hecho a tu abuelo por haber sido nazi?

—No sé. Creo que la figura de Hitler es brutal, es muy heavy. Como uno tampoco puede decir ‘que injusto', porque no. Mucha gente sufrió. Los judíos fueron víctimas de una cosa muy fuerte.

—Rafael Gumucio dijo alguna vez: "no se puede ser un líder nazi y ser un gran escritor".

—Bueno, Rafael es mi primo, por parte de la familia Araya. Tengo sentimientos encontrados: mi abuelo no era una u otra cosa. Era un todo, era este personaje con este color político. El no lo disociaba, el era Miguel Serrano, todo esto lo constituía a él como ser humano. Pero creo que uno podría hacer la distinción entre sus dos momentos literarios, por ejemplo, toda la primera parte de su obra que son novelas, y la segunda que es ensayo y político. Ahí sí hay una diferencia. Alguna vez lo hemos hablado con Rafa, pero no mucho porque podemos discutir.

—El mundo de la cultura en Chile es mayoritariamente de izquierda, ¿tuviste problemas por ser nieto de Serrano?

—Es súper curioso. Nunca me ha pasado, y yo tengo amigos judíos que saben quién es mi abuelo y en algún momento me han dicho ‘oye pero tu abuelo...'. Pero es raro lo que pasa, como que no entramos en el tema. Además creo que la gente entiende que no soy mi abuelo, me conocen, soy un humanista, no soy nacionalsocialista ni mucho menos.

—El día de la muerte de tu abuelo a muchos les sorprendió ver a tu pareja, Tamara Acosta, acompañándote.

—La relación se manejó siempre en un contexto familiar. Miguel era mi abuelo, Tamara lo conoció, lo fue a ver. Se reía con él. Obviamente nunca entramos en algún terreno movedizo, ni yo, ni ella, menos ella. Y la Tamara es lo máximo. ¿Y por qué fuimos? Porque uno lo otro lo deja de lado, aunque sea tan fuerte, lo dejas de lado por un momento.

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