En una ciudad como Santiago, sin árboles sagrados, sin machis y sin rucas, ¿cómo curas tus penas de amor, Calfu?

—Voy a hablar con mi mamá. Si ella no está, voy donde los antiguos. No entiendo cómo la gente pide consejos a amigos de su edad. Es raro. ¿Qué te puede decir alguien que no tiene la sabiduría de los abuelos?

José Luis Calfucura (38) — conocido como "el mapuchef"— está preparando un "San Valentín mapuche" en Kunalka, el nuevo restaurante que abrió, junto a su socio Marcos Vílchez, en San José de Maipo, frente a las montañas.

Cuenta que en la última semana no ha parado de pensar en recetas que materialicen "la verdad amorosa de los pueblos originarios", "preparen para el amor" y "dejen la guatita tiqui-taca para lo que viene después".

En su cocina —en cuya pared escribió "Que éste sea el mejor lugar para demostrar amor"— llegó a un menú que contará, entre otros, con aperitivos de quínoa sour, solomillo grillado con salsa de chancaca, ensalada diaguita y quinoto fungi. El postre, torta de castañas araucanas y semifrío de chocolate con harina tostada.

También —en la ruca que construyó en el lugar— realizará un ritual mapuche de unión de parejas. "Lo voy a hacer yo. Partiré tocando la trutruca", dice, mientras agarra una que tiene colgada y saca un profundo sonido —"Mira se paran los pelos, ¿viste?"—; luego prenderá un fogón, agradecerá las llamas y regalará a los presentes un pote con madera incandescente. "Los mapuches llevan la brasa con el fuego de su ruca a otra porque, así, en el otro hogar, se crea familia".

—¿Qué es el amor para el pueblo mapuche?

—No sé, pero me dijeron que todas las respuestas están en la naturaleza y lo creo.

Enamorar con cazuelas

En la casa de Calfu, es la señora Juanita, su mamá, la que lleva las riendas. Don José, su papá, se acomoda "a la ley". Llevan 40 años casados.

"Mi mamá, para enamorar a mi papá, cocinaba cazuela con chancho y chuchoca. Mi papá comía corazón de buey con merkén y carne de caballo porque, para nosotros, si comes la carne de determinado animal te llenas de sus propiedades".

—¿Los mapuches celebran de alguna manera San Valentín?

—No. Yo ni la Navidad celebro, pero la mezcla está y si en Chile celebramos Halloween, ¿por qué no un San Valentín mapuche?

Calfu cuenta que en su familia —que emigró desde el sur a Estación Central y luego a Cerrillos— le hablaron de sexo súper claro. El coqueteo, en tanto, asegura, se da en los guillatunes. "Ahí es dónde las parejas mapuches se conocen y coquetean. En el mundo araucano, mientras más reservado seas con tus intenciones amorosas, más fuerza alcanzan. La idea es que no digas quién te gusta, para que la energía no se disperse".

—¿Has tenido muchas pololas?

—Súper pocas, no me gusta hablar de eso. Pero soy apasionado. Hace algunos años me rompieron el corazón, aunque no me hago mucho problema porque el amor está en uno. Si encuentro a alguien a los 60 años, está bien.

—¿Qué se aprende del amor en un restaurante?

—Todo. En el restaurante ves quiénes son los amantes verdaderos. ¿La señal? No se dan ni cuenta de lo que pasa en la otra mesa. Con el lenguaje corporal sabes, al tiro, quienes están en la primera cita —comen poquito, para no mostrar la hilacha—, quienes van a terminar, quién llega con la amante o cuando el viejito quiere engrupir a la cabra joven. El amor crece, se consolida y termina con la comida.

¿Y qué es el amor?

"Amanecerse

a sí mismo"

El mapuche no concebía el amor como el europeo. Para él, ha explicado el filósofo e investigador Ziley Mora, en varios de sus libros, la palabra amor —Ayün— se refería a un tipo especial de luz, la luz de la aurora, si se quiere. Básicamente, amar es "amanecerse a sí mismo". El concepto de matrimonio —Fetawen— en mapudungún, en tanto, significa "ser dueño de sí mismo en pareja". El amor mapuche no sabe de expectativas del estilo "sin ti no puedo ser feliz".

En el libro "Lo que puede el sentimiento, el amor en las culturas indígenas y mestizas en Chile y America del sur" (Editorial Ocho Libros), el historiador Maximiliano Salinas explica: "La vida amorosa de los pueblos originarios no ha sido un tema para los historiadores. Había que considerar, por el contrario, los mecanismos de los poderes y los poderosos. Precisamente ahí, el amar no fue preocupación legítima".

"La razón histórica del fundador de la nación —Bernardo O'Higgins— es la guerra y sobreponerse al amor (...). Esta racionalidad no fundó a los chilenos en una perspectiva de fraternidad".

Humberto Maturana y Ximena Dávila escriben la presentación del libro y explican la diferencia de visiones: "La preocupación, en occidente, es el control. Y esa orientación es lo que destruye nuestro mirar amoroso porque restringe el ver hacia la utilidad o el uso que podemos darles a las relaciones de pareja".

Lo femenino en la visión indígena no está subordinado a lo masculino. De partida, la virginidad "no se pierde" y la fuente del poder está en "lo femenino". "La mujer es la que escribe el futuro y marca los destinos", explica Mora en "Magia y secretos de la mujer mapuche".

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