Me interesaba dormir tranquilo y no tener deudas. Vendí un inmueble en Vitacura (…) en cerca de US$ 1 millón", dijo Patricio Wiesner al fiscal.

En el velador de Patricio Wiesner del Solar, a medio leer, descansa "Montañas de una vida". El libro trata de los periplos de Walter Bonatti, una leyenda italiana del montañismo, que vivió altos-altos y bajos-bajos, al igual que el ex dueño de los polémicos terrenos de Machalí vendidos a la empresa Caval, de la nuera de la Presidenta.

Pero antes que libros, en la familia Wiesner, hubo guerra.

De las trincheras

europeas a Chile

Nacido en un área polaco-alemana del otrora Imperio Austrohúngaro, Kurt Wiesner Reichardt peleó en las trincheras del frente ruso en la I Guerra Mundial, llevándose los peores recuerdos de su vida y una sordera severa. Por eso, apenas olfateó el devenir de una segunda parte del conflicto, vendió sus pertenencias y arrancó, dicen sus descendientes.

Llegó a Chile en los años 30 y al poco tiempo renunció a su nacionalidad, aunque el clan nunca abandonó el "orgullo alemán". Estudió español y conoció a Elena del Solar Calderón —oriunda de la IV Región—, con quien se casó.

El matrimonio primero tuvo a Cynthia Wiesner del Solar y poco después, en enero de 1939, a Patricio, el hombre que el 2014 vendería sus tierras a la empresa de la nuera de la Presidenta Bachelet, en una operación que desde hace un año remece a La Moneda.

Los Wiesner del Solar tuvieron un pasar tranquilo en lo económico. El jefe de familia se hizo amigo de los Falabella y trabajó en esa tienda, donde se encargó de la contabilidad.

El niño Patricio estudió en el Liceo Alemán (generación de 1956) y luego continuó en Ingeniería Agrónoma en la Universidad de Chile. En esos tiempos vivía en calle San Gabriel, donde era vecino de los Piñera Echenique. Ambas familias se conocieron, aunque no forjaron una amistad cercana, relatan en el clan.

Antes de que Patricio se titulara, su padre murió (1960).

El primer paño

A pesar de ser sólo dos hermanos, los Wiesner del Solar no fueron muy cercanos. En 1973 vendieron la casa familiar y cada uno continuó por separado su vida, según relatan en su entorno.

Ese mismo año, Patricio compró sus primeras hectáreas en Machalí: el predio San Diego, que entonces estaba dedicado a la ganadería extensiva.

El campo de la VI Región fue adquirido con plata de él, a beneficio del matrimonio que hasta hoy atesora con Helga Riffart. Ella, también descendiente de alemanes, según la fiscalía le dio un premio irregular de $96 millones al síndico de quiebras Herman Chadwick, tras la venta de los paños de Machalí a Caval.

Pedagoga de profesión, aunque no habría ejercido, Helga es oriunda de Castro, Chiloé. Hace poco con su marido estuvieron ahí, en su ciudad natal, causando alegría y curiosidad en el cuerpo médico del Hospital Doctor Augusto Riffart, que lleva el nombre de su abuelo. Y es que el hombre se hizo conocido por viajar en bote de isla en isla, brindando atención médica.

El, a caballo; ella,

viendo la teleserie

El frontis de la casa de Luis Morales en Machalí está convertido en un pequeño almacén de barrio, donde hasta hace poco el robo era frecuente. Para su fortuna, un carabinero se trasladó a vivir cerca y la seguridad mejoró.

Hace 40 años, Morales vivía en una casa muy distinta. Grande, bonita, con patio y chacra. Era el beneficio de ser el segundo jefe del pequeño, pero pujante campo de los Wiesner Riffart.

"Primero don Patricio tenía 10 hectáreas y pudo plantar cinco con manzanas y cinco con porotos, que es más barato. Con la primera cosecha, compró más arbolitos. Así trabajó un tiempo y le fue poniendo nogales y otras variedades. Fue bien inteligente para crecer y muy buen patrón", recuerda.

"¡A sus trabajadores los tenía súper bien!", agrega una de las vecinas del frente del que fuera el campo familiar de los Wiesner. Nelly Cifuentes, dueña de "La picá del camionero", fue testigo de la época de esplendor de la familia, porque aunque Patricio les daba comida a todos los que trabajaban para él, algunos cruzaban la Carretera del Cobre y conversaban con ella.

"A la gente que se quedaba con él les daba casa, gas, electricidad, les pagaba todo. Venían sus trabajadores y me contaban esas cosas", remata.

Luis Morales dice que en esos tiempos Patricio Wiesner, quien vivía en Santiago, iba dos veces a la semana al campo y sólo tenía dos mañas: que le tuviesen el caballo ensillado a su llegada y que el agua corriera como pequeños hilos entremedio de sus frutales.

"Era bueno para dar recompensas. Si el agua estaba como quería, un tanto para el encargado. Si alguien se destacaba en la cosecha, lo mismo. A mí, ¡cuántas veces! Daba aguinaldos, pero hasta cuando me retiré hace unos 15 años no pagaba horas extras —cercanos a Wiesner aseguran que sí lo hacía— y tampoco le gustaba organizar asados de fin de temporada, que es una tradición en el campo", afirma.

—¿Y el resto de la familia se veía en las tierras?

—Su hijo mayor, Alex, era el que más iba. La señora Helga era muy sencilla y me acuerdo bien de ella viendo la teleserie "Los hermanos coraje" en mi casa. Erik, que era menor, era más travieso, y la señorita Gisela (la única hija) era pura sonrisa y buenos modales. Siempre alegre esa señorita.

Los malos tiempos

Los Wiesner Riffart fueron adquiriendo distintos paños, todos colindantes, excepto uno, que en 2000 fue vendido a Gonzalo Vial Concha (hijo del dueño de Agrosúper). En 1991 constituyeron la sociedad Wiesner S.A., de la que participaron los tres hijos también.

En 1995 tuvieron su primer packing y una cámara frigorífica. Pocos años después, tenían uno 6 mil metros cuadrados construidos; 1.000 peones en temporada alta y comenzaron a trabajar con frutas de otros productores, exportando directamente a los cinco continentes.

Según revela una fuente familiar, Alex recibió apoyo para su emprendimiento de gimnasios deportivos, pero en mala fecha: los negocios agrícolas comenzaron a trastabillar y la liquidez se fue a pique, de la mano de un mercado internacional inestable, que golpeó con fuerza a nivel global entre 2008 y 2010.

Tras ello, los Wiesner buscaron pagar a todos sus creedores de la manera más rápida posible.

El jefe del clan, Patricio Wiesner, quedó a cargo de esa tarea: "Me interesaba dormir tranquilo y no tener deudas. De hecho, yo vendí un inmueble que teníamos en Vitacura (…) en cerca de US$ 1 millón y ese dinero fue pagado al Rabobank", le dijo a Luis Toledo, fiscal del caso Caval.

Los Wiesner Riffart se han cambiado dos veces de casa en los últimos años. Ahora viven en un departamento en Vitacura.

Dos predios menos

Uno de los peores años económicos de la familia fue 2011. La situación ya no dio para más y comenzaron a acumularse deudas hasta con los trabajadores.

Para enfrentar los primeros gastos del convenio judicial y pagar lo urgente, a través del síndico —quien usó los servicios de Macal— los Wiesner remataron sus dos primeros predios, Los Castaños y Santa Emilia, en cerca de UF 30 mil (hoy unos 768 millones), en el equivalente a 0,09 UF el metro cuadrado. La firma que los compró los vendió al poco tiempo tres veces más caros.

Pero Patricio Wiesner estaba apurado.

El día del remate estaba triste. Y aunque siempre ha sido aficionado al deporte —tenis, golf, trekking, cabalgatas, velerismo—, comenzó a ser absorbido por las preocupaciones, que transmitió a la familia de su hermana.

Por eso su sobrina, la arquitecta Cynthia Ross Wiesner, fue a su auxilio y promovió un cambio de uso de suelo en la zona, lo que por distintas irregularidades que se investigan hoy la tienen formalizada y con arresto domiciliario.

Según Patricio ha explicado en su entorno, no recurrió a su hija Gisela —también arquitecta—, porque no era experta en planos reguladores como Cynthia, quien trabajó en el Ministerio de la Vivienda.

Sobre su sobrina, en fiscalía el ingeniero agrícola dijo que no sabía que ella estuviese vinculada al síndico de quiebras Herman Chadwick y al ex operador UDI Juan Díaz, ambos también formalizados por irregularidades en la operación de venta de las tierras.

Ello, a pesar de que en una ocasión la vio en su campo realizando mediciones topográficas y aunque en un correo electrónico del 12 de julio de 2013 ella le advirtió que Juan Díaz y el síndico estaban "furiosos" con él, porque él había encargado por cuenta propia una tasación de sus terrenos.

Supuesto engaño

Finalmente, el síndico Chadwick vendió los terrenos en $6.500 millones a Caval y la familia Wiesner Riffart recibió $2 mil millones de vuelto, después de pagar a todos los acreedores.

Patricio Wiesner estaba feliz, aunque se sintió jubilado a la fuerza. Ya no tenía deudas, podría pasar más tiempo con su familia y dedicarse a sus múltiples hobbies.

Volvió a dormir bien.

Pero el estallido por la prensa del caso Caval el 6 de febrero del año pasado lo estresó. Por los medios tradicionales y por internet siguió el desarrollo del caso y así se fue dando cuenta —según relató al fiscal— de que supuestamente el síndico le ocultó otras ofertas anteriores y que, por distintos medios, le cobró supuestos sobreprecios por su labor.

Contrató los servicios de los abogados Matías Insulza y Pablo Forteza, y comenzó a perseguir penalmente a quienes consideró sus burladores. Ahora se encuentra a la espera de que el síndico Chadwick —sobrino en segundo grado de su ex vecino, Sebastián Piñera— le pague más de $600 millones, que se comprometió a devolverle, cifra con la cual evitó una posible prisión preventiva.

Ahora la familia está descansando en el sur (ver recuadro), pero siempre atenta al desarrollo del caso e intercambiando whatsapp con los abogados.

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