Te caes y te vuelves a parar. Es luchar por lo que uno quiere. Querer equilibrarse es parte de la vida, no hay límites, nadie te puede decir no puedes", Joaquín Passi.

Rodrigo Varela (30), publicista, camina hacia adelante y hacia atrás en una mínima cinta que se eleva medio metro sobre el suelo. Segundos después salta y hace proezas sobre la cinta de poliéster enganchada a unos añosos árboles de la Plaza del Inca (Las Condes). Hace apenas un par de años, Rodrigo no podía dar ni un solo paso sin caerse. Hoy, tras cientos de horas de práctica es uno de los máximos exponentes de esta disciplina en Chile y uno de los dueños de Bouncing, la primera marca de slackline en el país.

Mientras camina y realiza acrobacias sobre la cinta, Varela explica que el slackline tiene varias modalidades. "Empecé practicando trickline, trucos sobre la cinta y ahora estoy dedicado al longline, que son cintas de larga distancia. También hago highline, donde la cinta se coloca a más de 20 metros de altura; en ese caso hay que usar un arnés de seguridad enganchado a la cinta".

Y comenta: "en el slackline caminas y saltas sobre una cinta tensa y plana, manteniendo el equilibrio. Es un deporte muy completo muscular y mentalmente; aquí la concentración es todo lo que necesitas para estar arriba".

Esta disciplina nace en los años 70 en Estados Unidos cuando un grupo de escaladores estaba acampando en el Parque Nacional Yosemite. En uno de sus ratos libres, amarraron a ambos extremos de unos árboles una de las cintas del equipo de escalar, la anclaron para tensarla y caminaron sobre ella.

Crecimiento descarado

Si pasa por la plaza Los Dominicos, el Parque Padre Hurtado o el Parque Forestal, seguro se topará con varios aficionados practicando slackline. Rodrigo Varela cuenta que el incremento de este deporte en Chile ha sido "descarado". "A la plaza que vayas en Santiago y regiones ves a alguien en una cinta. Ya no sólo es la cinta entre dos árboles en una plaza, la gente ha visto videos, noticias y comerciales, ya lo ven como un deporte", argumenta el instructor, quien ha caminado por una cinta a más de 20 metros de altura.

Además, comenta que el slackline, a pesar de ser un deporte individual, siempre se comparte con otros, "es raro practicarlo solo, conoces lugares y mucha gente en los viajes".

En términos competitivos varios chilenos han tenido una destacada participación en campeonatos mundiales desde el año 2008. "Cada vez está más profesional y ya tenemos deportistas representando a Chile en competencias internacionales; el nivel ha crecido mucho y se han logrado grandes cosas".

El slackline es un deporte urbano y natural. "Trata de re apropiarse de los territorios para transformarlos en espacios de nuevas formas de habitabilidad", explica Isidro Cuadra, presidente de la Federación de Slackline de Chile.

Caer y volver a pararse

Cuando Fabiana Pérez (18) tenía 15 años aprendió a cruzar completa la cinta que amarraba cada sábado en la plaza de los Dominicos. Ella recuerda que en esa época solo cinco mujeres lo practicaban en Chile, hoy, aunque siguen siendo pocas, ya son más de 40.

"Unos amigos de mi hermana me enseñaron y nunca más me bajé de la cinta", cuenta esta estudiante de Construcción Civil, quien ganó un panamericano, que se realizó en Chile, en la categoría femenina.

Fabiana ha caminado por una cinta en valles, árboles y puentes donde admite que el miedo la ha paralizado. Además, fue la primera mujer en atravesar el puente de las termas de Cauquenes (cerca de Rancagua) que está a 30 metros de altura. "Cruzar la cinta refleja el esfuerzo, es caer y volver a pararte, es intentarlo una y otra vez hasta lograr el objetivo final. Esto es algo que se puede aplicar a muchas circunstancias de la vida", dice mientras se prepara para caminar en la cinta de una plaza santiaguina. La primera vez que Joaquín Passi (25), instructor, vio una cinta de slackline fue una tarde de verano del año 2010. "Quedé pegado. Un amigo que vivía cerca de un parque me la mostró y por quince días practiqué incansablemente en la plaza del Inca".

Y añade: "Cuando me di cuenta que no me caía empecé a saltar y despegué los pies de la cinta. Después de dos meses estaba con confianza para estar en las alturas".

Joaquín ha ganado varios campeonatos de trickline (trucos) modalidad que ya dejó. "Lo que más me apasionaba era el highline, la línea alta me enamoró al instante, porque me acerca a lo más puro de la cinta". Y de inmediato aclara que esto requiere de medidas y un equipo de seguridad apropiados.

Cuando Passi cruza la cinta le gusta ir con música, "agarro una concentración particular", dice. "Intento estudiar la cinta al máximo, qué limites tiene, hasta dónde llego y no me caigo; voy probando cosas nuevas previamente para tener más confianza sobre ella".

Con Rodrigo Varela, Joaquín hace clases de slackline a niños de tercero y cuarto básico del colegio San Ignacio de El Bosque. "Les enseñamos a que busquen su equilibrio para que descubran su cuerpo y su técnica. Una vez que ellos aprenden el equilibrio en la cinta se pueden subir a una cadena, a una cuerda o a una cinta más delgada o más ancha, el equilibrio es el mismo en cualquier superficie".

Lo más apasionante del slackline para Joaquín es que es un espacio donde es solo él y la cinta. "Te caes y te vuelves a parar. Es luchar por lo que uno quiere. Querer equilibrarse es parte de la vida, no hay límites, nadie te puede decir no puedes".

Pie de foto: El slackline es un deporte relativamente nuevo en Chile y está tomando fuerza en el público amante de los deportes extremos.

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